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Analistas 24/08/2023

¿Un sistema financiero sin efectivo?

Entender el futuro del dinero requiere que demos un paso atrás y comprendamos el cambio exponencial que ha generado la revolución del Internet en los modelos de negocio, las expectativas de los consumidores y la forma en la que estos se relacionan con las empresas y el sistema financiero.

Esa revolución, entre otros, ha dado origen a la “economía digital”; impulsado el surgimiento y el fortalecimiento de nuevas formas de trabajar a través de plataformas tecnológicas - 4 de cada 10 personas hacen parte de la “economía gig” según datos de la OIT-, robustecido los flujos de dinero e incrementado el movimiento del dinero electrónico a un nivel de 90% y propiciado una explosión en el crecimiento de los micro pagos de menos de US$5 en 400%.

Cifras que si bien son evidencia de la transformación que estamos viviendo como sociedad, también generan inquietud, sobre todo si tenemos en cuenta que todavía existe un mercado informal de US$25 billones dominado por el efectivo, de acuerdo con el informe Digital Money Index realizado por Citi y el Imperial College of London.

Un monto que representa una porción significativa del PIB Global -si consideramos su tamaño de US$84 trillones (Economic Development Board); y el cual llama especial atención en América Latina en la medida que la economía informal en la región equivale a 34% del PIB de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), entre otros, como consecuencia de que solo 39% de la población tiene acceso al sistema financiero tradicional.

De allí que, al pensar en el futuro del dinero también sea determinante profundizar en las personas que hacen uso de este desde el segmento informal, pues es ahí donde se encuentra el nicho de oportunidad para la potenciación del cambio. No solo porque el dinero digital les vaya a permitir interactuar financieramente en un entorno global sin límites de tiempo y espacio, tener mayor acceso a servicios financieros y ser integrados en la economía global; sino porque reducir el uso del efectivo y reemplazarlo por dinero digital, en línea con datos del Banco Mundial, puede reducir costos de hasta 2% del PIB total que hoy son destinados a su impresión, seguridad, distribución y uso en general.

Como sociedad debemos ser visionarios con el potencial que puede tener el dinero digital, pues de esto dependerá que podamos asegurar que esté disponible cuando se requiera; que cuente con la infraestructura requerida para su libre flujo y transferencia; y que sea una herramienta inclusiva y sin costos añadidos. En conclusión, que sea eficiente, inteligente, programable y que se mueva instantáneamente bajo demanda, pero para todos, como una plataforma transaccional universal.

Avanzar en la materia, tal como lo evidencia el Digital Money Index, permitiría incorporar a la economía formal a más de 220 millones de personas, lo que generaría US$1 trillón en flujos que, al no tener que ser recaudados en efectivo, pueden generar ahorros operativos de más de US$300 billones en promedio para los gobiernos y las corporaciones.

Los beneficios no solo se limitan a esto, aportar $1 trillón a la economía formal generaría un aumento de US$80-100 billones en depósitos y un aumento de US$70-90 billones en préstamos destinados principalmente a las pequeñas y medianas empresas, que son el motor de la economía.

Todo lo anterior nos deja algo claro: alcanzar la digitalización del dinero requiere que el sector público y privado colaboren conjuntamente para integrar a las personas y los recursos que se encuentran en la economía informal, garantizar un entorno institucional favorable, y desarrollar la infraestructura financiera y tecnológica requerida para generar las condiciones necesarias que permitan la consolidación de una economía global con menos fricciones, costos y más interconexión transaccional.

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