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Analistas 05/03/2022

Las siempre malas guerras

Diego Gómez
PhD, Director ECSIM

Creamos la guerra para despojar, robar y saquear, tan pronto hubo comunidades capaces de construir algo de bienestar material con la agricultura, la ganadería y los primeros artesanos. Y hemos sido durante toda la historia una horda de saqueadores que hemos acabado con pueblos, culturas, países y medio ambiente… Solo los últimos 78 años, desde la finalización de la segunda guerra mundial hemos tenido un comportamiento medianamente “civilizado” y la confrontación entre potencias se dio a través de conflictos locales de baja intensidad, pero igual con efectos terribles para las comunidades. Ucrania es un nuevo episodio.

Las guerras han dejado efectos profundos en los que los participantes han perdido mucho más de lo que se les hacía evidente en la confrontación. En la “Guerra de los 7 años”, entre Francia e Inglaterra con sus aliados, en la que se tuvieron batallas en Norte y Centroamérica, en Asia y en Europa, los ganadores y perdedores quedaron tan debilitados y endeudados (Inglaterra dedicó 20% de su PIB anualmente a atender esta guerra [Our World in Data, 2022]), que acudieron a tributos que generaron las reacciones sociales que llevaron a la revoluciones americana y francesa. Cayó el absolutismo y su sistema económico mercantilista que justificaba esa guerra con la que se debilitó y casi desapareció el llamado “Antiguo Régimen”, las monarquías ya nunca serían las mismas.

En la “Primera Guerra Mundial” se enfrentaron los imperios, y todos salieron perdedores. Desaparecieron el Imperio Austrohúngaro, el Ruso y el Otomano. Nacientes democracias que evolucionaron en dictaduras que se enfrentarían en una nueva guerra, la Segunda Guerra mundial de la que sale vencedor un nuevo orden: la democracia liberal, el multilateralismo, la economía global, instituciones globales y la declaración de derechos humanos. Por fin, un tenue amanecer de la civilización.

Con Ucrania, todos empezamos a perder desde 2014. Una guerra interna como único camino para solucionar la realidad de dos países que no encuentran como gobernarse bajo una única nación. Ucrania no va bien y no va a ir bien, el ingreso per cápita es de US$3.200, con una economía de baja complejidad y expectativa de crecimiento bajas. Rusia no está mucho mejor, US$11.000 de ingreso per cápita, bajo potencial de crecimiento futuro, y ocupa el puesto 60 en el índice de complejidad económica (Atlas of economic complexity, 2022). En términos demográficos de tamaños de economía el conflicto es comparable a una guerra entre Bolivia y Brasil. ¡Rusia es un país “débil”! Con bajas capacidades de ingreso y unos impactos que serán arrolladores en su economía futura. Los efectos sobre su moneda, sus finanzas, sus inversiones, su comercio, a solo unos días de iniciado el conflicto ya son devastadores. Europa verá con desconfianza cualquier relación comercial, que siempre entraña un grado de dependencia. El petróleo, el carbón y le gas son la riqueza del pasado, no la del futuro y la humanidad se prepara para su reemplazo.

Sus relaciones económicas han quedado duramente afectadas para el largo plazo. La solidez del rublo, el comportamiento de su bolsa, la parálisis de negociaciones comerciales pasase sus facturas en el tiempo. Las guerras de hoy no son como las de antes. Pero como siempre, los efectos están en los intangibles que destruyen. el primero es la confianza, y sin esta no hay futuro.

Ucrania sigue con su pasado por resolver, y para resolver eso no será suficiente parar esta guerra, seguiría su guerra interna posiblemente con peores consecuencias y abusos entre las partes. Como siempre, los grandes efectos devastadores de la guerra se verán muchos años después. Seguimos cada día poniendo en juego la frágil construcción del nuevo orden de una civilización democrática, reciente y aun precaria, que como preveía Platón en “La República”, siempre estará al borde de derivar en tiranías y de ellas se derivarán guerras. Putin es un tierno ejemplo.

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