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Analistas 15/08/2023

Pobreza energética

Carolina Rojas Gómez
Executive Master of Management in Energy Norwegian Business School

Somos una generación afortunada en el sentido en que nacimos en una época de avances tecnológicos sin precedentes, en la cual científicos, inventores e ingenieros le han dado forma a artefactos y tecnologías que hacen posible el estilo de vida de hoy con una calidad superior, la cual nos ha permitido, entre otras, extender nuestra expectativa de vida.

En cuanto energía, muchos de nosotros gozamos del bienestar de llegar a nuestras casas y prender las luces, encender la estufa (gas o eléctrica), un calentador, aire acondicionado o ventilador; disponer de un vehículo seguramente impulsado por combustibles fósiles (gasolina, gas, diésel) o por energía que adquirió de haberse conectado a un toma corriente.

Lo cierto es que tenemos unos bienes intangibles que damos por sentado, por eso, me impactaron tanto unas imágenes recientes de Venezuela volviendo a la leña, hornos improvisados, filas para conseguir pipetas (o bombonas como dicen ellos) de gas, y la rendición al retroceso; imágenes de pobreza energética, una crisis generalizada en ese país.

Entristece que Venezuela, con tanta riqueza energética (es uno de los 10 países con mayores reservas de gas), tenga esta problemática in crescendo. Lo anterior me lleva hacer la pregunta ¿por qué no estamos hablando más sobre pobreza energética y la importancia de abordar este problema que amenaza la salud, el bienestar y retrasa el desarrollo?

Si bien no existe una definición única al respecto, usaré la que la define como la inhabilidad de los hogares para alcanzar sus necesidades domésticas de energía, la cual es una faceta vital para el desarrollo sostenible, y en ese contexto, la pobreza energética tiene que ver con la carencia de alternativas limpias para cocinar y problemas de acceso a la electricidad.

Según SEforAll, 2.600 millones de personas en el mundo no tienen acceso a energías limpias para cocinar, estamos hablando de una dimensión que corresponde casi a la población de India y China unidas. Y este es uno de los mayores problemas de desarrollo humano a nivel mundial en la actualidad.

Utilizar fuentes de biomasa (como la leña) termina pasando una costosa factura, pues según la Agencia Internacional de Energía, AIE el número anual de víctimas mortales por calidad del aire tiene una tasa más elevada que las de la malaria y la tuberculosis en el mundo; de ahí lo fundamental de no descuidar la conversación sobre pobreza energética.

Decía Fatih Birol, director ejecutivo de la AIE, que las cuestiones de seguridad energética y cambio climático, como retos para el sector, han sido mucho más abordadas, y, que por el contrario, la pobreza energética, tan importante para el desarrollo social, no tiene la misma atención.

En países que estén comprometidos con el desarrollo social y la protección ambiental, la posibilidad de acceso a energía moderna para su población general debe ser una prioridad. Lo anterior, no solo por las implicaciones sociales, sino también por las implicaciones ambientales que tiene.

En Colombia, cuyo principal problema ambiental es la deforestación, es muy importante que se aborde esta problemática, y que su política energética sea diseñada de manera tal que integre elementos que eviten agudizarla. Al cerrar pienso en una imagen: un señor lleva una carreta cargada de leños acabados de sacar de un bosque, y pienso en ella multiplicada por millones.

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