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Analistas 02/06/2020

Rebelión aplazada

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales

A finales de noviembre del año pasado un grupo heterogéneo de estudiantes, líderes sindicales, artistas, militantes de la oposición, asociaciones indígenas y campesinas y grupos ambientalistas entre otros convocaron a un Paro Nacional que desató un movimiento de protesta e inconformidad que el país no había visto en décadas. Desafortunadamente esta ola de protestas estuvo acompañadas de actos vandálicos en varias ciudades de Colombia. La baja aceptación que a esas alturas golpeaba al presidente no ayudaba a generar un clima de confianza que permitiera pensar en soluciones viables. Con el antecedente de las protestas sociales en Chile y movimientos en otros países de la región, se presagiaba una “Primavera Latinoamericana” que para finales de año ya había acabado con el gobierno de Evo Morales en Bolivia. En diciembre con las fiestas se vio una pausa, pero al inicio de 2020 el movimiento empezó a retomar fuerza hasta que el coronavirus pudo lo que no había logrado el Gobierno; poner fin a las protestas.

¿Será ese un fin definitivo? No creo, es tan solo una manifestación aplazada. Detrás de las protestas y manifestaciones había razones objetivas y razones políticas y normalmente la combinación de estas fuerzas es lo que desata grandes movimientos. Había razones políticas que surgían de dos frentes, uno de quien a pesar de haber quedado segundo en la contienda demostró una gran capacidad de movilización y se había declarado en la oposición, y otro de “los amigos de la paz” que sentían que el Gobierno quería reversar los acuerdos logrados en la administración Santos.

Había igualmente razones objetivas en diversos frentes; el desempleo estaba creciendo, especialmente entre los jóvenes, las universidades públicas estaban cortas de presupuesto, se estaba autorizando el fracking contrario a los anuncios de la campaña Duque, seguían de manera incremental asesinando líderes sociales, se estaba acelerando la concentración del ingreso y se empezaron a hacer más evidentes múltiples manifestaciones de corrupción a la vez que el Gobierno y Congreso no tramitaban normas derivadas de un plebiscito que contó con mas de 10 millones de votos. Era el caldo perfecto para un levantamiento popular que ya se sentía con la improbable elección de Claudia López a la Alcaldía de Bogotá así como de otros alcaldes elegidos en contra de las maquinarias políticas.

Tarde que temprano pasará la pandemia que parece haber borrado la inconformidad y unido a las fuerzas contrarias. Con pocas voces de disenso y siendo la mayor inconformidad “la rebelión de las canas”, el país ha soportado estoicamente el mayor embate contra su economía y empleo en muchos años, pero lo cierto es que ni las causas objetivas ni las políticas han desaparecido, sino que por el contrario se han acrecentado y una vez despejada la emergencia sanitaria estaremos abocados a esta realidad con mayor virulencia.

Los partidos de oposición siguen en pie de lucha, los embates contra algunos términos del Acuerdo de Paz siguen su curso, el asesinato de líderes sociales no para, la gran minería que aborrecen los ambientalistas avanza a pasos agigantados, el desempleo y la pobreza habrán llegado a niveles nunca antes vistos y la aplazada inconformidad social estallará. ¿Será que el Gobierno, el Congreso y los partidos habrán diseñado una estrategia para afrontar esa inevitable realidad o seguirán, como parece, enfrascados en la urgencia diaria?

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