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Analistas 31/07/2018

Inversión extranjera

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales

Todos sabemos que la inversión es el motor del crecimiento. También sabemos que esta puede ser doméstica o extranjera siendo la primera la transformación de los ahorros nacionales y la segunda los capitales que llegan (IED). Ahora bien, la gran pregunta que un país con la urgencia de dar un gran salto en su crecimiento se hace, en materia de esos capitales, es cuánto llega, a qué llegan y qué beneficio traen.

Colombia con el boom del petróleo logró en 2013 un pico de inversión extranjera de US$16.200 millones lo que es una cifra muy importante para un país que en el pasado recibía entre US$5.000 y US$10.000 millones. De esta inversión la mitad llegó al sector minero energético. Con la caída del precio del petróleo y el carbón, la IED se cayó a US$11.000 millones en 2015 con un pequeño repunte a US$13.000 millones. La diferencia de estos flujos fue que, aunque menores llegaron a otros sectores de la economía en mayor proporción. Así en 2014 el sector que más recibió IED fue el sector manufacturero y se dio un buen desempeño del sector de servicios financieros. El sector minero energético igual peso algo menos de 30%.
¿Por qué estas reflexiones respecto al monto y al sector al cual llegaron los flujos? ¿Es esta información suficiente para saber si esa inversión tiene un impacto positivo sobre la economía Nacional y logra el objetivo que el país se propone cuando busca atraer IED? La respuesta a estas preguntas debe llevar al país a una profunda reflexión sobre la política de atracción de IED. Veamos.

Para que la IED (de largo plazo) tenga un impacto positivo sobre el país debe tener las siguientes características. En primera instancia (i) se debe buscar que genere nuevos empleos de calidad y bien remunerados, igualmente es deseable que (ii) la inversión le genere al país divisas y dinamice el sector exportador con un impacto positivo sobre la balanza de pagos. Un tercer elemento importante es (iii) que esos flujos traigan al país nuevas tecnologías y que sean capaces de transferir esa tecnología para que se irradien a otros sectores. Importante es que esa inversión no sea como llamaban los teóricos de la “dependencia” en “economías de enclave”, con baja demanda de insumos nacionales y aislada de la economía doméstica. Por el contrario, necesitamos IED que desarrolle encadenamientos locales.

Para logara estos objetivos hay que tener en cuenta otra dimensión del problema. Se trata de si esa inversión es resultado de una fusión y/o adquisición (F&A) de una empresa local o si es una inversión que crea una nueva actividad previamente inexistente (greenfield). Si bien en Colombia la IED se ha ido diversificando esta diversificación ha sido productos de F&A, que por lo general no generan empleos nuevos, sirven el mercado doméstico y no transfieren tecnología (ej Bavaria). La inversión greenfield, se ha visto en el sector minero energético, pero como sabemos se trata de una economía de enclave que genera poco empleo y no transfiere tecnología. Requerimos un revolcón en materia de política de atracción de IED por el limitado impacto que ha tenido la inversión que está llegando al país.

China, tal vez el país más exitoso en atraer IED para impulsar su desarrollo implementó una política selectiva que buscaba la formación de capital, un impacto positivo sobre la balanza, la generación de empleo, la transferencia de tecnología y los encadenamientos locales y ahí están los resultados. ¿Nos atreveremos a diseñar una política efectiva en este sentido?

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