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Analistas 21/10/2013

El efecto silo

Brigitte Baptiste
Rectora de la Universidad Ean
La República Más
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Durante la reunión científica anual de los países que conformamos el Convenio de Biodiversidad esta semana en Montreal, y que reúne a delegados de todas las partes firmantes, fue frecuente la referencia al grado de aislamiento con que muchos gobiernos manejan el tema ambiental, insistiendo en delimitar las funciones de lo que consideran una actividad sectorial, e incluso fortaleciéndola como tal, siempre y cuando no afecte a fondo la gestión de las políticas sociales y económicas de la nación.

Claramente este “efecto silo”, como lo denominan, constituye una forma de pensar muy clásica, en la cual la agricultura, las obras públicas, las actividades minero energéticas y la salud, por no citar la “cultura”, constituyen renglones separados de gobierno, que eventualmente confluyen dentro de las tres ramas del poder público, lo cual es solo parcialmente cierto.

Curiosamente, esta forma de trabajo sectorial, propia de los Estados modernos, viene siendo cuestionada desde dos ángulos: las ciencias de la complejidad, que proponen visiones integrales de la sociedad y sus territorios, y las cosmovisiones ancestrales, que no comparten para nada las separaciones artificiosas con que tratamos de manejar el mundo y, a la larga, lo despedazan. Claro, no se trata de deshacer la Ilustración o devolver la República al cacicazgo (aunque siempre parecemos estar a medio camino...), sino de crear una capa “adicional” de institucionalidad que permita integrar muchas de las funciones que, por efectos del análisis extremo y la especialización, perdieron contacto. Esa es la forma de aplicar el pensamiento sistémico y contrarrestar los conflictos intersectoriales propios de la fragmentación, sin retórica ni referencias abstractas al pensamiento holístico.

Parte de la innovación institucional que requiere la gestión integral es la generación de espacios de coordinación, que bien pueden tomar formas concretas como consejos de cuencas o de competitividad, comisiones mixtas, o acuerdos intersectoriales, como ha venido pasando, pero que requieren mucha más formalidad y deben evolucionar para convertirse en órganos de gobierno transversales, es decir, cuyas decisiones sean vinculantes. Una especie de cuarto poder, un híbrido público/privado, pero con carácter de interfase técnico política. Sólo un conjunto de instancias de este tipo puede afrontar los retos del calentamiento global y la extinción de la biodiversidad, que sin lugar a dudas son las fuerzas que pondrán a prueba la capacidad de adaptación de la especie humana durante las próximas dos o tres décadas. 

No debería ser muy difícil imaginarnos un esquema de administración del estado donde los ministerios, hoy día ahogados en decisiones técnico políticas que siempre deben conformarse con el promedio, es decir, incapaces de asumir el precio político de ninguna reforma por el contexto de las relaciones de poder, constituyeran nodos de redes más complejas con institutos de investigación mixtos, comisiones regulatorias, consejos intersectoriales o arreglos similares, apoyados por fondos financieros específicos. Eso ya está sucediendo, y es fácil interpretar ese fenómeno como el resultado de la evolución del ecosistema institucional, que corre paralela con la globalización y sus nuevas circunstancias biológicas y socioeconómicas. 

Pareciera curioso que en el mundo hayamos llegado a hablar en estos términos cuando en los temas ambientales las referencias iniciales se concentraban en la flora y la fauna salvaje (una mala traducción para silvestre que se ha consolidado), aunque cabe pensar que no hay cosa más silvestre que nuestro ambiente institucional contemporáneo... Lo  cierto es que los gobiernos no lograrán enfrentar la crisis ambiental a menos que acepten distribuir de mejor manera su soberanía e incluso cederla ante organismos multilaterales, algo que, por el momento, nadie parece estar dispuesto a hacer, como se evidencia en estos 22 años de reuniones internacionales frustrantes, pese a la riqueza conceptual de sus deliberaciones y propuestas. Ojala amanezca, y veamos...

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