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Analistas 03/01/2020

Consciencia y desnutrición

Brigitte Baptiste
Rectora de la Universidad Ean

Todos los grandes retos de la convivencia humana, independientemente de con qué vertiente ideológica se interpreten o con qué tipo de información empírica se fundamenten, demandan que los miembros de la sociedad ¨tomen consciencia¨ de su rol particular dentro de una agenda de cambio. Consciencia ambiental, consciencia de clase, consciencia de trascendencia, de género, son expresión multidimensional de una cualidad originalmente restringida a la posesión de un sistema nervioso orgánico de relativa complejidad, conectado con otros de manera que se aporte a la configuración de inteligencias colectivas como las organizaciones, los gobiernos y mañana, tal vez, que integre a los cerebros de sílice.

La ¨toma de consciencia¨ es siempre el primer paso para ingresar a una terapia contra la adicción, para modificar deliberadamente un comportamiento antisocial o inadecuado bajo algún parámetro o para superar nuestras innumerables limitaciones humanas (incluidos los sistemas de gobierno). De ahí que solicitemos auxilio a los pastores o los sacerdotes, a los sicólogos, a los chamanes o a los líderes espontáneos o formados por alguna vertiente de la cultura. A veces, muy rara vez, la consciencia surge de un ejercicio autónomo y una disciplina del pensamiento que sólo la filosofía nos puede dar como fuente de toda política.

En cualquier caso, la ¨toma de consciencia¨ es imposible si no se ha surtido un ejercicio temprano y fundamental de nutrición infantil, tanto en el sentido proteico de la palabra como formativo en capacidades neurolinguísticas. Esa es la premisa central y la más importante recomendación de la más antigua y de la más reciente ¨Misión de sabios¨: hacernos cargo de alimentar bien los cerebros y las mentes de los infantes. Si fallamos en ello, no hay estrategias remediales para evitar la salvaje violencia de los sicópatas al servicio del narcotráfico que ¨hacen pedagogía¨ cortando cabezas, no hay cárceles capaces de reeducar a quienes cometieron un error durante sus vidas, no hay campaña mediática que sirva para reconstruir un tejido social calloso y casi impermeable a la reflexión crítica.

La cultura ciudadana, la única vitamina que podría estimular la reparación del daño cerebral que causa una educación deficiente, es decir, incapaz de estimular el desarrollo del potencial intelectual y emocional sano de los jóvenes, no está en boga en tiempos de represión policial o reclutamientos forzados, la inyección de brutalidad que aceptan los Estados de cualquier raigambre por conveniencia y que usan el miedo para destruir cualquier conato de consciencia: ahí llegan las noticias de la nueva toma de Bojayá por ejércitos de narcotraficantes…

Muy bienvenida por tanto la incitación enérgica de la nueva Alcaldesa de Bogotá a construir ciudad con empatía, respeto a la diferencia y consciencia colectiva desde la primera infancia… que cayó en el vacío apenas a 10 metros de su tarima, donde los gritos de decenas de trolls, exaltados y energúmenos a la vez, invitados a celebrar su posesión, no paraban de protestar ante cada palabra de reconciliación o reconocimiento que hacía Claudia López respecto a alguien o algo que no era de su total complacencia. Potenciales tiranos por doquier, producto de la desnutrición.

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