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Analistas 05/04/2014

Alto al fuego

Brigitte Baptiste
Rectora de la Universidad Ean
La República Más
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Uno de los agentes ecológicos más difícil de entender es el fuego, pues su modo de acción es, por lo general, radical y devastador. Hemos vivido estas últimas semanas episodios críticos de incendios forestales, algunos en sitios afectados por la sequía, como la Sierra Nevada de Santa Marta o la zona de Repelón en Atlántico, otros en sitios inesperados como los bosques de Unguía, en Chocó. Al tiempo que se evidencia la dificultad para controlar estos eventos, siempre asociados con la mano de una persona que los desencadena, nos encontramos con la temporada de quemas en las sabanas de la Orinoquía (las mismas de los chigüiros), una forma de manejo tradicional de las pasturas que, al tiempo que las mantiene aptas para el consumo del ganado, evita el crecimiento de plantas menos deseables para los productores.

El uso del fuego en las sabanas, asociado con la presencia de cazadores desde hace 6000 años al menos y de vacas hace 500, ha generado un modelo social y ecológico que podemos reconocer en la cultura del hato, y que indudablemente constituye un “paisaje cultural” con tanta identidad como el cafetero o el campesino nariñense de minifundios de montaña. Si el fuego desaparece, la pastura se degrada, la ganadería tradicional de baja densidad se hace aún de más baja densidad y la economía no da. El dueño del hato tiene pocas opciones: ceder a la presión de los cultivadores de arroz para que arriende las tierras y luego convertirlas en palmares, venderlas para otros proyectos agroindustriales o convertirse en un proyecto ecoturístico donde los conocimientos acerca del llano, combinados con sus tradiciones, se convierte en un modo de vida rentable y en un modelo de conservación privada que ya estamos viendo prosperar en Casanare.

La pregunta es si la sociedad excluirá definitivamente el fuego de las sabanas, con lo cual cambiará de manera drástica su dinámica ecológica: proseguirán las inundaciones de la estación pluvial, pero no sabemos bien el rumbo que tomará la vegetación, libre del efecto selectivo de la quema. Aunque hay señales: hace pocos años se incendiaron miles de hectáreas del Parque Nacional El Tuparro, en donde ya no se habían vuelto a realizar quemas como producto de su manejo “de conservación” y los pastos habían crecido tanto que su acumulación generó una conflagración de enormes proporciones.

El fuego ha sido usado por miles de años para luchar contra el bosque y permitir la agricultura o la ganadería, algo que ya no es permisible pues hemos destruido la cobertura arbórea de medio país de esa manera, a menudo inútilmente, hemos perdido los servicios que nos proveía su biodiversidad. Los páramos arden para destruir frailejonales y turberas (acumulaciones mayúsculas de musgo acuático) y mantener tres vacas en el peor negocio ambiental conocido: cambiar fuentes de agua para miles por el malvivir de comunidades campesinas ya desplazadas de todas partes y que deberían convertirse en “sembradores de páramo” reconocidas y compensadas adecuadamente por resto de la sociedad. Sin embargo, si la quema de los cañaduzales secos es una barbaridad por el efecto del humo en la atmósfera. Sin fuego no habría chagras amazónicas ni agricultura migratoria y es probablemente uno de los pocos modelos realmente sostenibles de convivencia con la selva.

Los ecosistemas de tipo mediterráneo, incluyendo California o las regiones secas de Australia, se queman ferozmente año tras año y todo parece indicar que la frecuencia e intensidad del fuego ha superado los umbrales de lo normal, pero  Yellowstone, el parque insignia de los Estados Unidos, ahora es quemado parcial y regularmente por sus funcionarios, después de un acalorado debate de décadas acerca de la naturaleza del fuego y su manejo (Wallace, 2011, Yale University Press).

No sabemos si el mundo arderá hasta consumirse de nuevo, como lo prevé el mito maya, pero lo cierto es que el fuego, como elemento fundamental de las dinámicas ecológicas y sociales del planeta y el país, deberá ser objeto de mayor atención en estos años de sequía progresiva que se nos vienen. Tal vez así incluso algunos candidatos entiendan por qué resultaron quemados…

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