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Analistas 10/01/2024

Libertad: (entre liberalismo y liberofobismo)

Antonini de Jiménez
Miembro del Consejo Académico de Libertank

Hacemos mal en diferenciar entre pensadores optimistas y pesimistas, cuando en realidad deberíamos distinguir entre paradojicistas y no paradojicistas. Los paradojicistas son aquellos que ven a izquierda y derecha, no solo se quedan con una parte de la foto, sino que ven la película entera. Los no paradojicistas son los que tienen una mentalidad fría, estática, rígida. No ven más que aquella parte que quieren ver. Aceptar las paradojas es un acto de humildad, de ruptura del marco de creencias propio (por eso hay tan pocos paradojicistas), pues supone que lo que creías de algo no es, y lo contrario, tampoco. Es algo más. Y ese algo más exige que salgas de tu ombligo y te eches a la calle.

La libertad tiene a un lado al liberal, de actitud gnóstica, platónica, idealista. Estos abrazan una libertad abstracta. Dicen que la libertad es hacer lo que te dé la gana, mientras que tus ganas no atenten contra las ganas de los demás para hacer lo que les dé la gana. Esta idea es irrealizable por dos razones: (1), porque nuestras decisiones así sean nuestras, no vienen de nosotros; se mezclan de ideología, inercia e ignorancia. Para un liberal la actitud de un ludópata no contravendrá nunca su idea de libertad, pues entiende que, en principio, no hay ninguna autoridad que lo empuje a hacer lo que hace, ni en lo que hace fastidia a los demás. Se alega que es libre, pues nadie manda en su bolsillo; lo que no te dicen es que en él mandan las tragaperras. (2) Por otro, tampoco somos islas donde nuestras acciones estén exentas de interferencias. El acto de respirar impide a otro hacerlo del aire que respiro. Mis decisiones dan cancha, pero también entorpecen a los demás. Los ladridos del perro de mi vecino me fastidian, y nada puede hacer mi vecino para remediarlo sin que uno de los dos, o los dos, nos veamos perjudicados. Al otro lado andan los liberofóbicos. Estos creen que la libertad, o bien no existe, o está en manos de entes superiores como los Masones o el club Bilderberg. ¿Por qué tantos creen en cosas tan estúpidas? Porque si otros mueven los hilos, se creerán aliviados de la responsabilidad de sus decisiones.

Tanto liberales como liberofóbicos manejan una idea irreal de la libertad. Unos, la idealizan; los otros, ante el idealismo de los primeros, la niegan. Ambos atentan contra la libertad real (¡el camino a tu mejor versión!, ¡recuérdalo!), negando la realidad. Y el que va contra la realidad es enemigo de la libertad y, por consiguiente, socialista. Si me lanzo a la piscina creyendo que se aprende a nadar aprendiendo inglés solo porque el mejor nadador es inglés, en algún momento me veré gritando al socorrista (Estado) para que venga en mi ayuda. Para los liberales, la libertad real resulta ser autoritaria, pues deja concurrir al Estado en los asuntos de la vida cotidiana, y esto les resulta insoportable; mientras que para los liberofóbicos, la libertad es un puro cuento de hadas. A decir verdad, entre ambos males me quedo con los liberales. Pues, el liberalismo puede ser el primer paso para la libertad, aunque luego se descarríe, mientras que el liberofobismo es siempre el último paso contra ella.

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