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Analistas 17/05/2019

Visa para un sueño

Andrés Otero Leongómez
Consultor en Investigaciones e Inteligencia Corporativa

Como dice la canción, en Colombia se van a quedar con los crespos hechos quienes creyeron que podían meterle un palo en la rueda a la lucha contra las drogas y no iba a ver repercusión alguna. Sigan soñando. Se rasgan las vestiduras y acusan al gobierno de Estados Unidos de injerencia indebida en los asuntos internos del país. Se equivocan.

Muy por el contrario, el gobierno estadounidense -con la diplomacia que lo caracteriza y los buenos modales de la administración anterior- se tragó el sapo del proceso de paz. Esto a pesar de que no cohonestaba con lo que ahí se fraguaba y preocupados con el Frankenstein jurídico que acabaría con dos décadas de cooperación entre los dos países. Tenían razón.

Seamos claros, la política de los Estados Unidos frente a la guerra contra las drogas ha sido la misma desde 1972 cuando Richard Nixon acuñó la frase. Por ello, no se puede entender por qué se sorprenden tanto con las recientes actuaciones del gobierno americano de revocar visas o hacer cuestionamientos a posiciones de la justicia colombiana.

Como parte de esa política, los norteamericanos han utilizado diferentes estrategias para desarticular el narcotráfico y el lavado de activos. Empezaron con la extradición, pasaron a la descertificación, después a la llamada Lista Clinton (Ofac), y por último la cancelación de visas, de las cuales el caso de Ernesto Samper ha sido el caso más relevante.

Otro bastión importante de esa lucha -muchas veces desagradecida y cuestionada- ha sido la fumigación con glifosato. Su efecto fue tan contundente durante el gobierno Uribe, que los mismos narcos entendieron que si querían subsistir, debían actuar.

Si en algo hay que darles crédito a los narcos, es en su habilidad de mutación y de ir dos pasos adelante. Por eso, en los años en los que el Ejército y la Policía se hacían más fuertes y lograban éxitos contundentes, el narcotráfico descubrió que tenía que comprar un discurso político. Entonces compró la mejor franquicia para ello…...las Farc.

Conjuntamente con la izquierda internacional que influye en los organismos multilaterales y los buenos vecinos -como su ventrílocuo Rafael Correa en Ecuador- iniciaron una campaña para desprestigiar el glifosato y lo lograron. Nuestra Corte Constitucional les terminó de sellar su victoria y ordenó suspender la fumigación aérea.

A renglón seguido -y sabiendo que el tiempo jugaba a su favor- lograron otros goles en Cuba bajo el sofisma que “la paz justifica los medios”. Primero, lograron convertir el narcotráfico en un delito conexo al delito político; segundo, lograron crear un tribunal de justicia especial para la paz, tribunal con el que lograrían lo que Pablo Escobar nunca pudo lograr; acabar con la extradición, sellar la impunidad y deslegitimar las instituciones del país.

Ganaron en la mesa lo que nunca pudieron ganar en el campo de batalla. Me les quito el sombrero. Por ello, la reciente decisión de la JEP -de no permitir la extradición de Santrich- no me sorprende. Es simplemente la cereza en el pastel.

Por ello el Fiscal General no podía quedarse y ser un convidado de piedra más en este plan perfecto. De lo que aún no se han percatado quienes pretenden reescribir la historia y celebran el salvoconducto para traficar sus 300.000 hectáreas de coca, es que la justicia de los Estados Unidos actúa en sus propios tiempos y sin avisar.

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