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Analistas 17/08/2022

La guerra relámpago progresista

Andrés Felipe Londoño
Asesor en transformación digital legal de servicios financieros

La guerra relámpago o “Blitzkrieg” fue una táctica militar de la Alemania Nazi, utilizada en la Segunda Guerra Mundial, para invadir rápidamente territorios enemigos al concentrar un fuerte poderío ofensivo de tanques, aviones y artillería en lugares específicos para romper las líneas de defensa. A través de intensos ataques localizados rompía brechas que permitían que las divisiones de panzers se abrieran paso rápidamente en territorio enemigo, sembrando el caos, el desconcierto y la desorganización de las fuerzas de defensa. La contundencia del ataque no le permitía al enemigo reabastecerse o reorganizar sus tropas, logrando que en un abrir y cerrar de ojos estuvieran rodeadas y obligadas a rendirse. De esta manera cayó prácticamente toda Europa continental bajo el dominio nazi.

El ver la dinámica del nuevo orden en Colombia es una reminiscencia de la guerra relámpago alemana aplicada en el campo político. Desde su posesión el 20 de julio de 2022, en el nuevo Congreso de la República se han radicado 115 proyectos de ley y prácticamente todos los nuevos ministros designados han anunciado o iniciado en una semana cambios radicales y súbitos que promoverán.

De prosperar la guerra relámpago librada por la coalición progresista en el Congreso, pronto estaríamos en un país totalmente distinto donde: (i) la tasa efectiva de tributación para las empresas sería de las más altas del mundo, como expuso la Andi recientemente, (ii) aumentarían los costos del empleo formal tornando financieramente irracional la contratación laboral en varios sectores, (iii) se afectarían nuestras exportaciones y el ingreso de divisas extranjeras ante la prohibición de que la empresa más grande del país pueda explorar nuevos proyectos, (iv) tendríamos que importar las fuentes de energía que ahora producimos, (v) se generarían nuevas provisiones públicas diferenciadas según la raza o etnia para la atención de la maternidad, (vi) se obligaría al Estado a financiar toda una nueva gama de “derechos sexuales”, (vii) se derogarían las tarjetas profesionales en todos los oficios (viii) se crearía un régimen policivo para proteger a las mujeres de la “violencia política”, (ix) se restringiría la exportación de animales para consumo humano, limitando arbitrariamente el mercado potencial de los ganaderos y (x) “se democratiza[ría] el acceso a la tierra para los pueblos y comunidades afrocolombianas”, con un “subsidio integral para la compra de tierras, en especial a las mujeres rurales sin tierra o con tierra insuficiente”, entre muchos otros.

Por donde se le mire, esta guerra relámpago progresista promete una intromisión agresiva en los mercados y la sociedad civil, un incremento descontrolado del gasto público, una hiper-regulación de todas las actividades humanas (y animales) y la creación de rentas estatales masivas, donde el Estado estaría legitimado para asignar recursos según el antojo de burócratas, multiplicando exponencialmente el clientelismo y la corrupción en Colombia.

Ante este nebuloso panorama, vale la pena recordar que quien desplegó el Blitzkrieg no ganó la guerra. Así como está retomando el aprendizaje de la guerra relámpago como modelo para forzar cambios radicales y súbitos en el país, el Progresismo olvida la lección de que Alemania cayó derrotada en la Segunda Guerra Mundial por haber abierto tantos frentes de batalla.

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