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Analistas 14/03/2023

¿Colombia será como Suecia?

Andrés Felipe Londoño
Asesor en transformación digital legal de servicios financieros

Conocer su experiencia es relevante para prever oportunamente las consecuencias de reformas estatizantes que ese país implementó

Sí, está leyendo bien. Es muy posible que Colombia llegue a parecerse a Suecia. Pero no al próspero país nórdico de hoy sino al laboratorio de ideas extremistas en que se transformó desde la década de 1970’s hasta los 1990’s. Conocer su experiencia es relevante para prever oportunamente las consecuencias de reformas estatizantes que ese país implementó, como las propuestas por el gobierno del Pacto Histórico.

Desde las reformas liberales de 1840, Suecia se convirtió en un país desarrollado y vivió más de un siglo de extraordinaria expansión económica, caracterizada por un bajo intervencionismo estatal, impuestos reducidos y una dinámica economía de mercado. Pasó de ser uno de los países más pobres de Europa a ser uno de los países más ricos del mundo. Entre 1850 y 1950, su PIB per cápita se multiplicó por siete, su tasa de mortalidad infantil se redujo un 85% y su expectativa de vida aumentó 26 años.

Sin embargo, este milagro económico se paralizó en la década de 1970 debido a irresponsables experimentos de ideas extremistas. Sectores políticos apoyados por fuertes sindicatos buscaron crear un robusto Estado de Bienestar que generara pleno empleo y solucionara todo tipo de necesidades, estatizando servicios financiados con impuestos cada vez más onerosos. No solo se aumentó radicalmente el impuesto de renta, sino que también se creó un impuesto oculto al empleo, en donde las empresas debían aportar por empleado, independientemente de su rentabilidad. En 1970 este impuesto era 12,5% del salario y aumentó progresivamente a 37% en 1979. La tasa de tributación efectiva llegó a tal extremo que hubo empresarios y figuras públicas, como el director Ingmar Bergman, que llegaron a tributar el 139% de sus ganancias; es decir, aportaban más de lo que ganaban.

Lo lógico terminó ocurriendo. Como describe el economista sueco Johan Norberg, el apabullante intervencionismo estatal, el sindicalismo, el socialismo corporativo y el nivel confiscatorio de tributación asfixiaron a la economía sueca. De 1976 a 1995 el crecimiento económico anual promedio de Suecia se contrajo al 1,5%, la mitad del crecimiento de otros países desarrollados como Francia, Alemania, Australia y EE.UU. La inflación subió hasta el 13%, la generación de empleo se estancó, las tasas de interés llegaron a estar en niveles del 500% y el ingreso per cápita pasó de ser el cuarto mayor del planeta al 1. La situación motivó la emigración de personas y de empresas. El fundador de Ikea, Ingvar Kamprad, emigró a Suiza, expresando en una entrevista que “muchos de nuestros problemas en Suecia son porque nosotros castigamos a las personas que quieren hacer negocios”. El peso del Estado de bienestar sofocó el incentivo a emprender actividades productivas.

Suecia aprendió la lección. En la década de los 90’s reformó su insostenible Estado de Bienestar reduciendo impuestos, aboliendo instituciones socialistas, moderando sus servicios públicos y desregulando actividades económicas. Dolorosas pero necesarias reformas tornaron a Suecia nuevamente en un país competitivo y sostenible, volviendo a crecer por encima del promedio de sus pares e incrementando el porcentaje del ingreso disponible de los ciudadanos cuatro veces entre los 1970’s y los 2010’s.

Colombia se prepara para cometer errores muy similares a la Suecia de los 70’s, haciendo honor a nuestro ombliguismo e incapacidad de aprender de la historia. Otorgar derechos sin considerar nuestras posibilidades reales no nos salvará de la realidad y los efectos llegarán. Colombia se parecerá a Suecia cuando cometió sus más grandes errores.

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