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Analistas 18/12/2018

El amargo negocio del azúcar

Alfonso Aza Jácome
Profesor de Inalde Business School
Analista LR

En Colombia existen 225.000 hectáreas dedicadas al cultivo de la caña de azúcar concentradas fundamentalmente en la zona plana del Valle del Cauca entre los departamentos del Cauca, Valle y, en menor medida, Risaralda. En Colombia, por el privilegio del clima y la calidad del suelo, se recoge la cosecha de caña durante los doce meses del año. Además, gracias al avance tecnológico propiciado por el Centro de Investigación de la Caña (Cenicaña), Colombia tiene el liderazgo en productividad a nivel mundial con más de 14 toneladas de azúcar por hectárea al año.

Después de la cosecha, la caña es procesada en doce ingenios azucareros esparcidos alrededor de los cultivos de caña donde se producen cerca de 2,3 toneladas de azúcar al año, de las cuales se destinan al consumo interno 1,6 toneladas y el resto se exporta a países vecinos. Sin embargo, Colombia no es un gran país productor, ocupa el décimo quinto puesto mundial, muy lejos de los 35 millones de toneladas que produce Brasil o los 29 millones de toneladas de la India. Otros grandes productores son la Unión Europea, China o Estados Unidos.

La mitad del consumo colombiano de azúcar está destinado al consumo doméstico como azúcar de mesa, la otra mitad corresponde a empresas de gaseosas, empresas de alimentos y también es un insumo importante para la industria farmacéutica y la industria química, aunque en estos casos se conoce al azúcar como “sacarosa”.

Aunque esta industria emplea a miles de personas en la región y el azúcar es la materia prima de múltiples productos de nuestra industria nacional, el negocio del azúcar está fuertemente cuestionado por diferentes motivos:

En primer lugar y a diferencia de otros productos agrícolas como el café, la industria del azúcar concentra la propiedad de la tierra cultivada en 2.750 propietarios y, aunque los indicadores son más bajos que en otros países productores, la percepción es que la concentración es demasiado grande. El segundo inconveniente es el precio del azúcar: en Colombia el precio del azúcar es más costoso que el precio internacional, a pesar de ser un país productor, el objetivo de esa política proteccionista es preservar la industria y sus empleos. El tercer problema es también de percepción: los “corteros de caña” son considerados mano de obra “explotada” por tratarse, en muchos casos, de descendientes de los antiguos trabajadores de las grandes haciendas del Valle del Cauca. En este momento y según Asocaña, existen aproximadamente 8.000 corteros que trabajan durante todo el año, recogiendo manualmente la cosecha de caña de azúcar, pero que a diferencia de lo que se piensa, cuentan con una formalización del 100% y reciben al menos dos salarios mínimos al mes. La cuarta dificultad tiene que ver con motivos ambientales y sociales, pues para mantener el empleo de los “corteros” y evitar sustituirlos por máquinas recolectoras, se hace necesario quemar los cultivos de caña cuando ya están listos para la cosecha y así facilitar su ya duro trabajo.

El último problema, pero no el menos importante, es la gran controversia sobre el efecto del azúcar en la salud, que está sirviendo como justificación para subir los impuestos a su consumo como ya sucede con el tabaco o las bebidas alcohólicas.

Así que, a pesar de todo, el azúcar puede tener también sus amarguras…

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