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Analistas 04/10/2023

Pensando en 2024

Alejandro Vera Sandoval
Vicepresidente técnico de Asobancaria

Luego de la contracción de 2020 por la pandemia y la posterior recuperación en 2021 y 2022, el crecimiento proyectado cercano a 1% real en 2023 termina un ciclo de cuatro años, donde, en promedio, la economía colombiana habría crecido cerca de 3% real, similar a su promedio histórico. Debemos entonces empezar a mirar el año siguiente pensando en que debe ser el inicio de una nueva fase de aceleración económica, con el objetivo de volver a alcanzar importantes objetivos sociales.

Con los datos más recientes, nuestras proyecciones indican que la economía colombiana crecería a 2% real en 2024. Esto sería explicado por un crecimiento superior a 4% en el sector de administración pública, mientras que la agricultura, la industria y el comercio se expandirían a tasas entre 0,5% y 1,5%.

Ante esto, la tasa de desempleo se mantendría por encima de 10,5% en promedio en 2024, luego de superado el rezago que estamos viendo en su actual comportamiento.

Por su parte, la inflación cerraría cerca de 5,5% en diciembre de 2024 para meterse en el rango meta del Banco de la República (BR) a mediados de 2025. Un Fenómeno de El Niño más acentuado y un mayor efecto de la indexación por el incremento del salario mínimo en diciembre de 2023, podrían presionar al alza esta proyección. Con esto, la tasa de interés de referencia (repo) debería acercarse al rango 8%-8,5% en diciembre de 2024, luego de que el BR inicie su senda descendente en los próximos meses cuando confirme que las expectativas de largo plazo sobre la inflación están bien ancladas cerca de 3%.

Finalmente, los déficits gemelos se mantendrían cerca de la corrección lograda este año. Por un lado, el déficit externo llegaría a 3,7% del PIB al cierre de 2024 manteniendo su ajuste gracias al menor dinamismo de las importaciones y no a una fuerte recuperación y diversificación de nuestras exportaciones.

Y, por otro lado, el déficit fiscal del Gobierno Central cerraría en 4,4% del PIB el año entrante. En este caso, los riesgos de un mayor déficit provienen de no expandir la corrección en los precios de los combustibles al diésel y de no lograr la meta de gestión tributaria y litigios.

En este último frente, una discusión reciente introduce un riesgo adicional pues se ha propuesto “colorear” la regla fiscal. Esto no luce apropiado en la actual situación fiscal y con un nivel de la prima de riesgo país elevado, que castiga los TES. Además, no debemos olvidar que, en el pasado ya se tenía una disposición similar que decía que el único gasto que podía crecer, en términos reales, era el “gasto en inversión social” (el decreto 111 de 1996 que compila las leyes sobre el estatuto orgánico del presupuesto). En aquel entonces, se intentaba disfrazar todo gasto nuevo como inversión justamente para eludir esto y el temor es que ello pueda volver a ocurrir. Al final, si bien el objetivo es loable, por la connotación ambiental, las consecuencias de hacerle perforaciones a la regla pueden ser perjudiciales sobre nuestra reputación crediticia afectando la perspectiva de quienes nos financian.

El año 2024 debería ser el inicio de una fase de mayor crecimiento, con menores tasas de interés y una inflación que empieza a encausarse hacia su meta de largo plazo. La clave para apoyar estas proyecciones está en mantener el ajuste de los déficits gemelos y en no debilitar la institucionalidad fiscal.

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