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ANALISTAS 07/05/2025

El liderazgo femenino requiere corresponsabilidad

Alejandro Moreno-Salamanca
Profesor en IESE Business School
Alejandro Moreno-Salamanca

En una época donde el libre mercado ha traído consigo notables beneficios para la sociedad, existe un factor transformador que ha sido, a menudo, infravalorado: la presencia y el impacto de la mujer en el desarrollo social y empresarial. La inclusión femenina en los espacios de poder -política, academia, empresa y economía- no es solo una conquista social, sino también un pilar esencial para una sociedad verdaderamente civilizada. A pesar de los avances, aún queda un largo trecho por recorrer para alcanzar una igualdad real y efectiva, especialmente en el mundo empresarial.

No etiquetar. No sesgar. No frenar. Estas deben ser las máximas de una nueva cultura que permita a las mujeres desarrollarse plenamente en su rol directivo. La representatividad femenina en los gobiernos corporativos no puede seguir siendo simbólica. Debe ser justa, significativa y transformadora.

Porque cuando una mujer lidera, lo hace desde una perspectiva singular y valiosa. Su mirada global no ignora los detalles, y su apertura ante lo desconocido -libre de prejuicios y condicionamientos- aporta frescura e innovación a la toma de decisiones. La mujer empresaria escucha, pregunta, cuestiona, crea. Su liderazgo se basa más en la colaboración que en la imposición, más en la escucha activa que en el monólogo autoritario.

El acceso de la mujer a puestos directivos y su consolidación como empresarias sigue enfrentando obstáculos estructurales y culturales. Nos encontramos en un momento histórico que exige revisar nuestras actitudes y paradigmas.

El éxito profesional de una mujer no puede desligarse del entorno que la rodea. Para que una mujer triunfe en el ámbito empresarial, también es necesario un compañero de vida que asuma, con igual compromiso, su rol en el ámbito familiar. Un esposo que lleve a los hijos al pediatra, que los recoja del colegio y que, como ella, esté verdaderamente presente en el hogar.

No se trata únicamente de abrir espacios para que las mujeres accedan a puestos de liderazgo. Se trata de construir una nueva cultura, donde los hombres ingresen plenamente al mundo familiar, con decisión y responsabilidad.

La corresponsabilidad no es un ideal abstracto: es una condición necesaria para la equidad. Por ello, las empresas están llamadas no solo a impulsar el talento femenino, sino también a ofrecer estructuras y culturas que favorezcan un equilibrio real entre las responsabilidades profesionales y familiares, para hombres y mujeres por igual.

Construir entornos laborales que promuevan esta distribución equitativa no solo potencia el desarrollo del liderazgo femenino, sino que también mejora el bienestar, fortalece el compromiso del talento y responde a las exigencias de una sociedad más justa y madura.

Avanzar hacia un mundo más sostenible no implica feminizar ni masculinizar nuestras organizaciones, sino alcanzar un equilibrio auténtico y enriquecedor. Significa reconocer y valorar, en igualdad de condiciones, cualidades como la fortaleza y la ternura, la paciencia y la perseverancia, el cuidado y el empuje. Solo integrando estas dimensiones complementarias podremos construir entornos empresariales más humanos, capaces de ser verdaderamente inclusivos, innovadores y sostenibles en el largo plazo. El liderazgo femenino sostenible requiere corresponsabilidad real y efectiva.

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