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Analistas 02/02/2019

La trampa de las suposiciones

Aldo Civico
Antropólogo y estratega de liderazgo
Analista LR
La República Más

Esta semana tuve la oportunidad de hablar con Adam Kahane, reconocido a nivel mundial no solamente por haber dado su aporte a la reconciliación en Sudáfrica, sino también por haber liderado importantes procesos de formación al liderazgo en empresas multinacionales como Shell. Hace unas décadas jugó también un papel importante al facilitar el proceso conocido como “Destino Colombia”, quizás una de las experiencias fundamentales que ha tenido este país, en la cual los participantes entendieron que es posible colaborar a pesar de las diferencias.

Quise hablar con Kahane sobre los temas de su último libro, Colaborar con el Enemigo, y principalmente sobre cuál es el tipo de liderazgo que se necesita hoy en día, en un mundo donde parece haberse vuelto imposible relacionarse, y mucho menos colaborar, con el otro. De hecho, Kahane me confesó que su mayor preocupación hoy es la facilidad que tenemos de convertir al otro en un enemigo amargo. El clima en cual estamos viviendo no concierne solamente al ámbito de la política, sino que afecta también la manera en la cual se lidera desde las empresas. No solamente las organizaciones se pueden permear de su entorno, sino también, estoy convencido, hoy tienen la responsabilidad de influenciar a su entorno. Las empresas son hoy un motor principal del cambio y de la transformación social.

De hecho, observa David Escobar, el director de Comfama, “la gente sueña con trabajar en empresas admirables, que tengan un propósito superior, donde además de ganar dinero, se deje una huella”, y resalta: “No importa el tamaño de la empresa, ni su naturaleza. Importa la calidad de sus líderes, los valores que la guían y las ideas que persigue”. Por eso, consciente del papel que las empresas tienen hoy, le pregunté a Adam Kahane, desde su perspectiva, cual es la cualidad principal que los líderes, incluso los líderes empresariales, deberían desarrollar hoy en día. Sin dudar, Kahane me respondió: “tienen que desarrollar la habilidad de dejar de hacer suposiciones”.

La respuesta de Adam Kahane me recordó el tercero de los cuatro acuerdos prescritos por Don Miguel Ruiz. “Tenemos la tendencia a hacer suposiciones, sobre todo. El problema con hacer suposiciones es que pensamos que sean la verdad”, escribe Ruiz. Hay mucha verdad en esta frase; presumir es pretender saber lo que los demás viven, sienten, creen. Dicho de otra manera, es sustituirse al otro. En definitiva, es un acto de arrogancia, que imposibilita el entendimiento, la conexión, la colaboración y la creación. Los problemas y los conflictos en el trabajo se desenlazan y se alimentan de las suposiciones, que confundimos por verdades ciertas. En realidad, no son nada más que una alucinación.

Para no caer en la trampa de las suposiciones, hay que desarrollar las actitudes y las habilidades de la escucha. Quien escucha de verdad, no da nada por sentado. El escuchar es un proceso de exploración y de conocimiento. Escribe Don Miguel Ruiz: “Siempre es mejor hacer preguntas que hacer una suposición, porque las suposiciones nos preparan para el sufrimiento”.

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