Generación de cristal

Nueva York fue mi hogar desde junio de 2000 hasta julio de 2008. Siendo sinceros, creo que, si Bear Stearns no se hubiera quebrado, aún estaría viviendo en New York. NYC es la capital del capital. Punto. Ni Londres, ni Hong Kong, ni Singapur, ni Miami pueden competir con NYC. Pero, aunque parezca mentira, NYC está ad-portas de elegir a un alcalde comunista. No un alcalde socialista, sino COMUNISTA. Obviamente el joven Zohran Mamdani, el candidato para alcalde del Partido Demócrata niega ser comunista, pero gracias al internet hoy todo queda grabado para la historia, y yo oí decir al señor Mamdani que el objetivo de su movimiento a largo plazo era que el gobierno se tomara los medios de producción. Esa es la definición del comunismo.

El señor Mamdani ganó las elecciones primarias gracias al voto universitario. Un impresionante 62% de gente con grado de universidad votó por la versión norteamericana de Hugo Chávez. Dice el dicho popular que los tiempos duros generan hombres fuertes, y los tiempos de abundancia generan hombres débiles. Según Pew Research, una firma de consultoría muy importante de EE.UU., 73% de los mayores de 65 años en EE.UU. se declaran admiradores del capitalismo. Esa cifra cae a 40% entre los jovencitos de 18-29 años. Y la razón es muy sencilla: los consintieron mucho, les dieron medalla de participación por llegar de últimos en el sprint de 100 metros. Y pareciera ser que los jovencitos de hoy en día no entienden cómo funciona el sistema que los tiene viviendo mejor que cualquier otra generación en la historia. En fin, es tiempo de volver a publicar este gran cuento.

Economía de bar: supongamos que todos los días 10 individuos se reúnen a tomar cerveza en un bar, y que la cuenta del consumo diario llega a US$100. Si estos individuos decidieran pagar la cuenta de la misma forma como se pagan los impuestos en el hemisferio occidental, la fórmula de pago sería la siguiente: los primero cuatro individuos NO pagarían nada por la cerveza que consumen, el quinto hombre pagaría US$1, el sexto pagaría US$3, el séptimo pagaría US$7, el octavo pagaría US$12, el noveno pagaría US$18, y el décimo, el más rico de todos, pagaría US$59.

Un día, el dueño del bar les dice a sus comensales: “como ustedes son tan buenos clientes, he decidido que les voy a reducir la cuenta de US$100 a US$80”. El grupo agradece el gesto, y decide que el ahorro se debe distribuir en forma equitativa entre los que pagan la cuenta. Sin embargo, el grupo cae en cuenta de que si se dividen los US$20 entre 6, se le estaría pagando por tomar cerveza al quinto y al sexto individuo del grupo. El dueño del bar, viendo la clara inconsistencia aritmética, aconseja lo siguiente: “¿Por qué no más bien dividen los ahorros en la misma proporción del pago?” El pago queda entonces de la siguiente forma: ahora los primeros cinco miembros del grupo no pagan nada (antes eran cuatro). El sexto individuo ahora paga US$2 en vez de US$3 (implica un 33% de ahorro), el séptimo individuo paga US$5 en vez de US$7 (28% de ahorro), el octavo paga US$9 en vez de US$12 (25% de ahorro), el noveno paga US$14 en vez de US$18 (22% de ahorro), y el décimo, el más rico, paga US$49 en vez de pagar US$59 (16% de ahorro). El arreglo parece justo, pues todos los miembros del grupo ahorraron dinero.

Sin embargo, al final de la noche, el sexto miembro del grupo ya alicorado dice exaltado: “¡Un momentico, yo solo me ahorré US$1 en el pago, mientras que este capitalista se ahorró US$10!” El octavo individuo entonces dice, “¡es cierto! ¡Yo me ahorré solo US$3! ¡Los ricos siempre se salen con la suya!” Acto seguido los nueve individuos rodean al décimo individuo, el rico, y lo agarran a patadas. Al día siguiente solo llegaron nueve individuos a tomar cerveza, pues el décimo, el más rico, quedó mal herido después de la golpiza. Cuando el dueño del bar se apareció con la cuenta de US$80, los nueve individuos se dieron cuenta de que no tenían cómo pagarla.