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En los debates actuales sobre sostenibilidad solemos asociar el concepto, casi de manera automática, con lo ambiental. Sin embargo, la sostenibilidad también tiene pilares económicos y sociales que, en la práctica, definen la viabilidad de un negocio a largo plazo. Y en ese terreno, resulta interesante analizar cómo se comporta la sostenibilidad en dos escenarios que hoy coexisten: el establecimiento público físico y el negocio netamente virtual.
Desde el pilar económico, los establecimientos físicos enfrentan un desafío evidente: altos costos fijos. Arrendamientos, servicios, mantenimiento de infraestructura y cargas laborales pesan mes a mes en los estados financieros. No obstante, esa misma presencialidad genera activos intangibles de gran valor: la visibilidad en el territorio, la confianza que da el contacto humano y la posibilidad de activar economías locales alrededor de cada operación. Por el contrario, los negocios virtuales gozan de una estructura más liviana: menos gastos operativos y mayor escalabilidad. La inversión se concentra en tecnología, marketing digital y logística. Pero esa aparente ventaja trae consigo una vulnerabilidad: la competencia global es feroz y la diferenciación exige innovación constante, lo cual también implica costos crecientes en capital humano especializado y desarrollo digital.
En cuanto al pilar social, el contraste es igualmente revelador. Los establecimientos físicos generan vínculos comunitarios, empleo local y espacios de encuentro. Son parte del tejido social de las ciudades. Incluso su sola presencia aporta seguridad, movilidad de clientes y dinamismo económico en el entorno inmediato. El negocio virtual, por su parte, democratiza el acceso: rompe barreras geográficas y abre mercados a consumidores antes excluidos. Sin embargo, su impacto en la cohesión social es más difuso. El vínculo se da a través de pantallas y algoritmos, lo que reduce la interacción humana y, en muchos casos, la generación de empleo en la comunidad local.
La conclusión es clara: la sostenibilidad no puede reducirse a números ni a tendencias tecnológicas. Un modelo físico puede ser financieramente más pesado, pero su aporte social es innegable. Un modelo virtual puede ser más eficiente, pero su sostenibilidad social dependerá de cómo logre incluir y conectar a las personas más allá del clic.
El reto para los líderes empresariales y emprendedores es, entonces, integrar lo mejor de ambos mundos. Apostar por modelos híbridos donde la eficiencia del entorno digital no sacrifique el valor social que aporta la interacción física. Porque, al final, la verdadera sostenibilidad se mide en la capacidad de generar valor económico sin perder de vista el bienestar y la cohesión de la sociedad.
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