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LABORAL

El talento no se retiene, se conquista

viernes, 25 de abril de 2025

El reclutamiento no es un proceso aislado de recursos humanos, es una función estratégica que define el futuro de la empresa. Contratar no es llenar vacantes, es elevar el nivel del equipo

Jose Enrique Alba

Durante años, las empresas han invertido millones en planes de retención de talento. Bonos, ascensos exprés, mesas de ping-pong, viernes flexibles. Pero la realidad es contundente: el talento no se retiene con beneficios, se conquista con cultura. Y esa cultura se construye día a día, desde la coherencia del liderazgo hasta la forma en que se estructura el trabajo, se reconocen los logros y se permite que las personas crezcan.

Compañías como Amazon, Google, Spotify, Rappi o Nu lo entendieron desde el origen.

No buscan empleados leales: buscan mentes inquietas, críticas, con hambre de impacto. No prometen estabilidad: ofrecen autonomía, propósito y la oportunidad de construir algo grande.

En estos entornos, el reclutamiento no es un proceso aislado de recursos humanos, es una función estratégica que define el futuro de la empresa Contratar no es llenar vacantes, es elevar el nivel del equipo.

A diferencia de las organizaciones tradicionales -con jerarquías rígidas, descripciones de cargo inamovibles y decisiones centralizadas- las compañías de alto crecimiento operan con mentalidades ágiles: equipos pequeños, objetivos medibles (OKRs), toma de decisiones distribuida y una cultura de ejecución rápida. Buscan talento que complemente lo que ya hay, no que replique lo mismo. Reclutan con visión y alineación, no por urgencia.

En “Franqueza Radical”, Kim Scott plantea que “los mejores equipos no son los que evitan el conflicto, sino los que lo abordan con empatía y claridad”. Esa filosofía se traduce en culturas donde las personas pueden ser auténticas, proponer ideas, cuestionar y contribuir desde sus fortalezas. Pero más allá del feedback constante, lo que verdaderamente atrae y mantiene al talento en estas organizaciones es la claridad del propósito, la confianza en el liderazgo y la oportunidad real de marcar una diferencia.

¿Qué podemos aprender de esto?

Para empresas:

1. Contrata lento, despide rápido. Evalúa valores, no solo habilidades. Una persona brillante sin cultura de colaboración puede estancar todo un equipo.

2. Diseña experiencias, no cargos. Permite que el rol evolucione con quien lo ocupa. Las personas buscan desafíos, no manuales.

3. Construye cultura con intención. Define principios claros. No basta con escribirlos: hay que vivirlos en cada decisión.

Para profesionales:

1. Postúlate con enfoque. No se trata de enviar hojas de vida en masa, sino de demostrar cómo puedes aportar al propósito de la empresa desde el primer día.

2. Desarrolla tu carrera como un producto. Aprende, prueba, itera. El aprendizaje continuo es la nueva ventaja competitiva.

3. Elige cultura, no solo marca. Investiga cómo se trabaja dentro: cómo se celebran los logros, cómo se enfrentan los errores, cómo se toman decisiones.

El nuevo paradigma no gira en torno a “retener talento”. El concepto más poderoso -y sostenible- es persuadirlo y fidelizarlo. Cuando alguien se queda porque quiere, no porque debe, esa lealtad es más fuerte que cualquier cláusula contractual.

La fidelización empieza cuando el talento siente que su crecimiento personal y profesional está conectado con el futuro de la organización.

Hoy, las empresas no compiten solo por clientes. Compiten por personas capaces de crear el siguiente gran producto, servicio o transformación. Y esas personas eligen cultura, no cargos. Propósito, no salario. Liderazgo, no control.

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