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Los resultados de una política de exportaciones no se alcanzan de la noche a la mañana, sino que es un ejercicio permanente de revisión.
En el primer trimestre de este año, las exportaciones del país fueron US$6.470 millones menos de 50% de lo que ascendieron hace dos años, cuando llegaron a US$13.488 millones, hecho que no tiene discusión: enfrentamos un serio problema que requiere una revisión profunda, mucho más allá que acciones coyunturales o mediáticas ligadas más al mercadeo y a la imagen que al modelo de comercio exterior que es limitado y desacomodado a la realidad con la que se mueven los mercados.
La caída de las ventas de productos colombianos al exterior, con contadas excepciones, es general, tanto sectorial, como hacia los países que se consideraban tradicionalmente fuertes, incluyendo a nuestros vecinos andinos como Ecuador y Perú, en el entendido que en el caso venezolano hay otros factores que se deben considerar y que no son del caso entrar a evaluar.
Una evaluación simple de los resultados cuantitativos permite descubrir fácilmente la baja capacidad demostrada por la política sectorial para lograr el objetivo de insertar en el mundo a la economía productiva, lo que merece no solo una revisión del recorrido hecho durante varios lustros en cuanto a la estrategia ejecutada sin plantear salidas que permitan que en el sector externo se convierta en un soporte del crecimiento y de la inversión productiva, sobre lo cual no hay discusión.
Los resultados de una política de exportaciones no se alcanzan de la noche a la mañana, sino que es un ejercicio permanente de revisión, seguimiento y ajuste de la estrategia que puede durar varios años, pero en lo que no puede haber equivocación es en creer que sin esa política se puede lograr el éxito y escoger la opción de medidas puntuales de promoción o estímulo a productos específicos que luego son extendidas a sectores o mercados, sin considerar las particularidades de unos u otros. Lo mismo se aplica para los instrumentos que debe incluir el modelo y que van mucho más allá de considerar que con el mero manejo de la tasa de cambio se impulsa la competitividad de las exportaciones. No es la oportunidad de profundizar en el tema, pero no resulta por lo menos entendible que con un instrumento de corto plazo y sujeto a las correcciones permanentes del mercado se pueda sustentar ese propósito con características estructurales.
La responsabilidad del pobre comportamiento de las exportaciones del país no se puede atribuir a una administración en particular y tampoco es un ejercicio con responsabilidad limitada, sino que debe ser una acción integral de Estado que convoque al sector privado, a los expertos y a la academia, como acción concertada y de compromiso de largo plazo.
En el país se ha planteado el tema en muchas ocasiones, pero ha faltado voluntad y audacia para ponerlo en práctica, requisito sin el cual no pasará nada importante y seguiremos teniendo uno de los indicadores más pobres de exportaciones per cápita del mundo.
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