Tú, que lees esta columna ¿Podrías imaginar qué significa no saber si habrá desayuno mañana? Para más de 16 millones de colombianos esa es una pregunta cotidiana. Al menos 31,8% de la población vive en pobreza monetaria, 11% en pobreza extrema y más de la mitad de los hogares enfrenta inseguridad alimentaria.
La pobreza no es solo falta de ingresos: es hambre, informalidad, ausencia de oportunidades. Un niño con desnutrición crónica tiene 20% menos de desarrollo cerebral y hasta 30% menos de desempeño escolar. La pobreza perpetúa pobreza.
Esta realidad es un llamado a que todos - sector privado, gremios, gobierno - nos articulemos para asumir la magnitud del desafío. Desde el sector empresarial, durante décadas contamos narrativas cómodas: cumplimos la ley, pagamos salarios dignos, ofrecemos beneficios, y estuvo bien por un tiempo. Pero ¿qué pasa si un trabajador o aliado es el único sustento de una familia numerosa?
En Alquería decidimos dar un paso que refleja la evolución de lo que significa ser Empresa B: asumimos el reto de medir la pobreza en nuestra cadena de valor utilizando la metodología del Dane -pobreza monetaria y multidimensional-. Hoy tenemos cuatro grupos priorizados: productores de leche, colaboradores, recicladores de oficio y distribuidores. En ellos buscamos no solo indicadores de ingreso, sino también de educación, salud, vivienda y oportunidades.
Recicladores de oficio podría ser una audiencia inesperada para muchos, pero son aliados fundamentales en la recuperación del plástico que ponemos en el mercado. Aunque sus resultados parecen obvios porque viven en condiciones de vulnerabilidad, necesitamos una línea base para medir el impacto del negocio, identificar si nuestras iniciativas actuales funcionan y ajustar modelos que les generen ingresos más estables.
¿Por qué hacerlo? Porque medir transforma. Porque lo que no se mide no se gestiona. Lo hacemos convencidos de que una empresa que quiere transformar sueños en realidades -como lo dice nuestro propósito superior- debe empezar por entender la realidad de quienes hacen parte de su ecosistema.
Se trata de usar el poder del negocio para cerrar brechas estructurales.
Este no es un proyecto menor ni aislado. Es un desafío que surge de nuestra Junta Directiva y que hemos incorporado en la estrategia corporativa. Así como medimos ventas, Ebitda o participación de mercado, también empezaremos a medir a cuántas personas de nuestros grupos de interés logramos sacar de la línea de pobreza con nuestros programas actuales.
Asumir un reto como este implica enfrentar verdades incómodas, pero también reafirma nuestra convicción: la rentabilidad y el propósito no compiten, se potencian. Al final, como nos gusta decir, si al país le va bien, a Alquería le va bien.
