Como bien lo han descrito los expertos a lo largo de estos dos últimos años, la llegada de la pandemia desencadenó una serie de medidas emergentes para mitigar los impactos socioeconómicos que generó la propagación del virus, que, en algunas actividades comerciales, como es el caso del negocio residencial, configuraron un contexto excepcional o una especie de ventana de oportunidad en favor del comprador (la demanda), que, a su vez, llevaron al mercado a registrar cifras récord.
Tales fueron los incentivos que recibió el sector de la vivienda en Colombia, por ejemplo, que, según cálculos del Ministerio de Vivienda con base en información de Galería Inmobiliaria, en 2021 se comercializaron cerca de 228.000 unidades residenciales nuevas a nivel nacional, lo cual constituyó un auténtico hito en la historia del país -sin dejar de lado que, en 2020, se había alcanzado ese mismo logro, con un aproximado de 177.000 viviendas nuevas vendidas-.
Sin embargo, y en aras de ahondar en la importancia de la responsabilidad social en medio de la actual reactivación económica, si se analiza este panorama más allá de la mera dinámica mercantil, estas cifras récord también suponen un gran desafío en cuanto al enfoque social, la creación de comunidades y la administración armónica de copropiedades.
¿Se ha puesto a pensar por un momento en qué implica para Colombia, en términos de convivencia, que al año se estén adquiriendo más de 220.000 residencias nuevas? Y, en especial, ¿se ha preguntado: cómo garantizar una gestión eficiente de comunidades en copropiedades, cuando la Ley 675 de 2001, que establece las responsabilidades de los administradores, no exige una capacitación o formación afín al ejercicio administrador?
Es ahí, precisamente, cuando entra en acción la noción de responsabilidad social; como una especie de complemento deliberado del marco regulatorio vigente, como si se tratara de una suerte de consciencia o de deseo espontáneo por “ir más allá” de lo que pide el establecimiento normativo; como un actuar proactivo y con liderazgo que se moviliza por un beneficio común. Eso, por más altruista que pueda parecer de entrada, también es responsabilidad social. Quizás, no sea el tipo de responsabilidad más frecuente o la que más se acostumbre a ver en LinkedIn ni en comerciales de televisión, sin embargo, es tan auténtica como las demás, por el simple hecho de pretender un beneficio más allá del propio o del individual.
En ese sentido, desde Hipal, como startup y emprendimiento naciente del mercado de la administración de la propiedad horizontal en Colombia, además de facilitar herramientas tecnológicas para optimizar la convivencia, la creación de comunidades y la gestión administrativa, queremos reconocer la labor que realiza la Corporación Responder, quienes se han venido consolidando como un promotor de la RSE en el sector de la propiedad horizontal, al capacitar al recurso humano más allá de lo que exige la norma.
Con esto dicho, y ante un contexto socioeconómico tan volátil como el presente: dólar a máximos históricos, eventual inflación de doble dígito, posibilidad de recesión económica internacional, entre otras variables, reconocer el valor que tiene el hecho de “ir más allá” y obrar por un propósito superior al individual puede ser un factor determinante para generar el cambio que tanto se espera en el país. No es un tema de altruismo, es una cuestión de crear comunidad y de vivir inteligente.
