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EDITORIAL

¿Y si las negociaciones fracasan?

miércoles, 17 de octubre de 2012
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Ojalá pudiéramos afirmar que el camino de la paz no tiene retorno, pero todos sabemos que está sembrado de mezquindades

Ojalá pudiéramos afirmar que el camino de la paz no tiene retorno, pero todos sabemos que está sembrado de mezquindades

Otro Gobierno Nacional lo vuelve a intentar y emprende con ‘otro’ puñado de guerrilleros un proceso de negociaciones para acabar de una vez por todas con el conflicto interno que desangra gota a gota al país desde hace casi seis décadas. Generaciones enteras de colombianos jamás han tenido un solo día de paz, pues el accionar de los grupos al margen de la ley, cada día dejan consignado en su bitácora de guerra a un niño muerto o huérfano; a un soldado amputado en sus miembros o héroe muerto en combate; a una familia despojada de lo más mínimo como es su felicidad, o a un campesino convertido en mendigo en las grandes ciudades. La paz nunca debe tener medidas precisas ni cuentas propias, pues hay proyectos sociales que no aguantan las cifras económicas.

Lo cierto es que el país económico y social gana mucho si la administración de Juan Manuel Santos y el grupo de negociadores de las Farc logran firmar una paz duradera que sea cuñada con cero terrorismo, compromisos estatales de equidad, justicia social y sobre todo, un pacto por el bienestar social y una apuesta deliberada por el desarrollo nacional que llegue a todos los rincones de la geografía. De nada vale que se firme la paz, si el Estado sigue inoperante en varios departamentos y municipios o la corrupción siga enquistada en todas las dependencias públicas y en las prácticas del sector privado.

La paz que se trabaja en Oslo o La Habana no es solo del Gobierno de Santos y de los guerrilleros negociadores, es un proceso que debe involucrar a todos los colombianos quienes deben cerrar filas en contra de corruptos, narcotraficantes y de los hacen del caos colombiano una forma de vida. Las cuentas sobre el valor de la paz están hechas en cuanto a números se refiere: se crecerían un par de puntos adicionales en el PIB; aumentaría exponencialmente la inversión extranjera; las calificaciones de riesgo se elevarían, y renglones como el turismo estaría al nivel de países de la región como Costa Rica o Perú. Pero las verdaderas cuentas son las que experimentarían las familias al percibir que no estamos en guerra y que vivir en Colombia y disfrutar de este país es una riqueza que no tiene precio.

Pero si la paz no se concreta en los próximos meses, las cosas irán a peor, pues la desilusión y desesperanza solo se cubrirán cuando los fusiles vuelvan a dispararse hasta intentar acabar con los grupos guerrilleros, en una suerte de conflicto que seguirá desangrando al país por más décadas. Si las negociaciones de paz no se concretan perderemos todos quienes somos los actores sociales; perderán las nuevas generaciones que verán comprometidos grandes presupuestos en el conflicto interno y no en mejorar la educación o los servicios de salud.

Esta es una oportunidad irrepetible por la paz.

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