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EDITORIAL

Vías terciarias, las grandes olvidadas

lunes, 18 de febrero de 2019

El Estado ha tenido una deuda pendiente por el crónico olvido de las llamadas carreteras terciarias, que tienen un atraso de tres décadas

Editorial

En las llamadas vías terciarias se aloja la primera causa del subdesarrollo colombiano, o al menos, la segunda o la tercera, de un rosario de problemas que tienen que ver con el descuido del Estado de todos los rincones del país y que durante 60 años ha generado violencia o engendrado problemas difíciles de entender desde un Estado cada vez más centralista. Para entender cuál es el papel de las carreteras de los pueblos en el grueso de la economía, hay que revisar la clasificación de vías que usa el Ministerio de Transporte y todas las autoridades de infraestructura. Existen identificadas unas “vías nacionales o primarias”, también conocidas como “troncales”, que predominantemente van en sentido norte-sur y otras transversales este-oeste que unen zonas de producción con las de consumo o conectan fronteras con puertos comerciales. Estas son grandes obras que están financiadas por el Estado a través de las concesiones. El segundo grupo de carreteras son las “vías departamentales o secundarias” que unen los pueblos entre sí y se conectan con una vía primaria. Su construcción y mantenimiento es responsabilidad de los gobiernos departamentales. Y el tercer grupo lo integran las “vías municipales o terciarias” que dependen administrativamente de los municipios y enlazan las cabeceras municipales con las veredas. El estado de estas vías en el país es deplorable y son verdaderos caminos de herradura en casi 96% de las identificadas, consecuencia del desgreño de los alcaldes de turno.

Si las llamadas 4G están frenadas por cierres financieros y problemas de corrupción, al igual que muchas departamentales por oposición a sus fórmulas de financiamiento, las terciarias o veredales son presas del olvido ya ancestral. Nadie responde por casi 142.284 kilómetros de estas carreteras que tienen la función de llevar desarrollo a más de 1.050 municipios de Colombia.

Los únicos pueblos que gozan de buenas carreteras son los que estuvieron anclados como paso de las grandes vías, pero los que están más allá de las troncales y las secundarias están condenados al subdesarrollo y son un foco de delincuencia inagotable. El punto es que en el Plan Nacional de Desarrollo no hay un capítulo sobre el asunto sobre el cual se pueda construir un proyecto de inclusión de los focos de violencia y subdesarrollo. El cuento o mito urbano de que Colombia es una despensa agropecuaria, que puede llegar a exportar productos del campo es toda una falacia, pues sin carreteras terciarias que unan esos grandes polos de producción con los centros de consumo y los puertos, eso seguirá siendo un sueño difícil de concretar. A las grandes empresas que le han apostado a la agroindustria es a quienes les ha tocado “hacer Patria” y construir carreteras, asumiendo el papel del Estado, con todas las consecuencias que esto tiene, pues las comunidades son insaciables en la reinvindicación de sus demandas y necesidades.

Es urgente que el Ministerio de Transporte diseñe un plan urgente de inversiones en las vías terciarias para que el desarrollo llegue a todos los rincones por igual y se logren abaratar los costos de transporte. Debe haber un plan para el mejoramiento de más de 136.000 kilómetros que están en mal estado, no solo por seguridad vial sino para atraer nuevas inversiones más allá de los grandes capitales. Hay que pasar rápidamente de las palabras a los hechos.

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