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El próximo presidente de Colombia tiene varios grandes retos en materia económica y social, y el Congreso debe ser su aliado, pero como están las cosas, la coalición será determinante
Los políticos se lanzan al Congreso para construir el país desde la ideas, no para negociar contratos, ser proveedores ni morder puestos en el sector público y el servicio diplomático. Al menos esa sentencia es el ideal, pero el próximo Presidente de Colombia para el período 2022-2026 no lo va a tener fácil, pues su contraparte en términos de poderes, el Legislativo, puede estar en la orilla contraria de sus ideas, todo dependiendo de cómo se organiza la coalición del poder, luego de unas reñidas elecciones que dejan a un Senado sin grupos mayoritarios determinantes dependientes de las negociaciones en ciernes. El Pacto Histórico alcanzó 16 curules, las mismas que el Partido Conservador. Los liberales serán 15 y 14 de la Coalición Verde y Centro Esperanza. El Centro Democrático 14, 11 de Cambio Radical, 10 del Partido de la U y 4 del Mira.
En la Cámara de Representantes las cosas no son muy distintas y mantienen similares distribuciones. Y lo primero que se concluye es que no habrá una coalición gubernamental evidente, hay que trabajar muy duro en el Congreso para evitar militancias débiles que puedan terminar en terrenos antagonistas. Ningún partido político cuenta con una mayoría arrolladora y, por primera vez en la historia, la izquierda experimenta una buena cantidad de senadores y representantes que les dará posibilidades inéditas de negociación de políticas públicas para sacar adelante proyectos de ley de su iniciativa. El problema en esa espesura gris en lo político es para el próximo Presidente, quien tendrá que ser un artista de la negociación o un líder convincente del desarrollo, bienestar y el crecimiento, para seducir con ideas a un Congreso complejo, el más difícil de los últimos años.
Es justo en ese terreno de conformación de una gran coalición que la ideología debe primar, no los negocios bajo la mesa para lograr una llave parlamentaria fuerte que construya un país mejor en los próximos cuatro años. Ojalá los líderes de las bancadas, quienes en varios de los partidos no son claros e identificables, logren enfocarse en una coalición por el desarrollo del país, no en sus privilegios o intereses políticos. Este Congreso será el de las reformas económicas y sociales por el estado de las finanzas públicas, azotadas por las deudas que deja la pandemia, el abultado endeudamiento externo, las reformas pensionales y laborales, además de las inaplazables inversiones sociales paradas durante los dos últimos años, tales como autopistas, puertos, aeropuertos, distritos de riego, cobertura de internet, telefonía móvil e infraestructura educativa. El país está ad portas de experimentar un giro en su modelo y enfoque de desarrollo, si el Presidente que llegue a la Casa de Nariño el próximo 7 de agosto no reconoce unos mínimos de libre mercado, propiedad privada, seguridad jurídica o tributaria, entre otros de los valores de la economía de mercado y busca perpetuar votos a su favor con subsidios del erario público.
Muchos de los parlamentarios elegidos no conocen el funcionamiento del Estado y llegaron con ideas y propuestas populistas difíciles de cumplir y lo peor es que serán clave para organizar la coalición; en consecuencia, hoy más que nunca -dado el Congreso elegido- el Presidente que necesita Colombia debe tener unos rasgos de liderazgo fundamentales para poner a andar unos senadores y representantes sin ideología que bailarán al mejor postor.
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