Última junta del año del Banco de la República

El próximo viernes se realizará la última reunión de la Junta Directiva del Banco de la República en medio de un respiro profundo por el control de la inflación que no tocará el techo previsto dentro de sus previsiones de 4% y al mismo tiempo con la tranquilidad de que le podrá girar al Gobierno Nacional una buena parte de sus utilidades ($7,2 billones) que le ahorrarán un pedazo de una reforma tributaria.

Pero también con unas reflexiones inusuales en materia de independencia, pues este año sucedió algo no muy corriente como fue el paso de uno de sus codirectores, al que se le vencería el período, para convertirse en viceministro Técnico de Hacienda. Se trata de Juan Pablo Zárate, quizá uno de los mejores macroeconomistas del momento, quien ya había ocupado ese cargo y sobre quien se especula sería el ministro de Hacienda ante un eventual retiro del jefe de esa cartera, Alberto Carrasquilla; quien se volvería a presentar por tercera vez como opción para gerenciar el Banco de la República, concurso que se daría dentro de unos 10 meses, antes de revisar sus inhabilidades.

En pocas palabras, la lucha por el poder de las decisiones en el Emisor nunca había experimentado esta situación, digna de un apretado juego de ajedrez. Desde la Carta Magna de 1991, cuando se configuró el Banco como una entidad independiente, nunca se había experimentado una situación como la que se vendrá el próximo año en la que un codirector tiene la posibilidad de pasar a la cartera económica y un Minhacienda podría convertirse en gerente del Emisor.

Habrá que esperar si estos inusuales movimientos de fichas se desencadenan al mismo tiempo que unas profundas reflexiones sobre la verdadera naturaleza independiente de la banca central, que dicho sea de paso, muy buenos resultados le ha dado a la economía desde su reforma en la nueva constitución política. El Banco de la República aún conserva muy buena favorabilidad ante la opinión pública y su reputación de entidad técnica es una garantía para la banca multilateral y las temidas firmas calificadoras de riesgo.

El único gran lunar del Banco es no haber sido capaz de avanzar con el Ejecutivo en la tan prometida eliminación de los tres ceros, de tal manera que el manejo del peso colombiano se modernice y facilite millones de operaciones; todo esto en medio de la urgencia de desarrollar un verdadero sistema de pagos que contribuya con la maduración de la cuarta revolución industrial en la banca. Muchos retos le falta cumplir al Emisor colombiano, pero el más importante es entender su máxima independencia y no caer en la tentación que hace unas décadas describía Hugo Palacios Mejía como, “a menudo gentes del gobierno, de todos los gobiernos, que ven fracasar sus buenas intenciones por la ausencia de recursos, o que no tiene el valor de recortar los gastos o de pedirle esfuerzos a la gente, miran la facultad de emisión del Banco de la República como la fuente mágica capaz de transformar los eriales en jardines, sin pena de nadie, con una visión de corto plazo , juzgando que los que importa es tener moneda, mucha, aunque al fin nada pueda comprarse con ella. Y si el Gerente del Banco de la República no acepta servir de acólito en una misa emisionista, lo acusan de entrabamientos, y de algo peor, del más grave pecado en el catecismo de los simples: de monetarista”.