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EDITORIAL

Trabajar para amortiguar el fenómeno de la Niña

miércoles, 13 de julio de 2016
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Vivir en el trópico es una suerte por la capacidad de producir alimentos, pero también es un imperativo asumir el reto olvidado de la planeación.

El país todavía enfrenta las secuelas del fenómeno de El Niño, así este haya desaparecido, la primera de las cuales va más allá de la coyuntura delicada del mayor costo de vida en 15 años y que se seguirá sintiendo en los próximos meses y aunque es el problema que sienten los ciudadanos de a pie, la realidad es que hay otro tema al que se le debe poner la máxima atención, que es la modificación del ciclo productivo en el campo colombiano. En palabras sencillas, es el cambio de los períodos de siembra y recolección de cosechas, que los expertos y científicos deberán decirnos si es de carácter temporal o alcanza visos estructurales, pero de cualquier manera es un asunto clave para el desempeño productivo de la economía en general, en el entendido que lo que pase en el campo es determinante para el resto de sectores especialmente urbanos.

Según el Ideam, hay probabilidad de más de 70%, de que el fenómeno de La Niña se consolide en el país hacia finales de este año o a comienzos de 2017 con fuertes lluvias, graves inundaciones y crecientes de ríos y quebradas en el territorio nacional con todo lo que ello implica sobre la vida humana, la infraestructura vial, las cosechas y calamidades por efecto del fenómeno. Según el organismo, cuya tarea es alertar sobre estos asuntos y no actuar sobre ellos, los planes de emergencia tienen que activarse en forma inmediata para salvaguardar vidas y reducir los daños materiales.

Entre 2010 y comienzos de 2012, el país vivió el fenómeno con una gran afectación sobre más de tres millones de compatriotas y graves daños, de los cuales 59% fueron viviendas y 33%, fincas, granjas y parcelas dedicadas a las labores del campo. Regiones como el Canal del Dique, La Mojana y Depresión Momposina vivieron fuertes inundaciones. El total de daños, según cálculos de DNP y Cepal, alcanzó la nada despreciable cifra de $11 billones.

Estamos a cuatro o cinco meses que se cumpla la predicción del Ideam y la realidad es muy poco lo que se conoce y se escucha en materia de campañas de educación y prevención por parte de las entidades encargadas, lo cual sin duda no solo causa preocupación, sino que demuestra la poca eficiencia de los entes del Estado cuando de anticipación de emergencias y problemas. Solo cuando ocurren, los funcionarios de primera línea, incluyendo ministros y directores de institutos, corren a apagar los incendios, cuando se hubiera podido prevenir y no tener que lamentar tragedias que afectan a las regiones más pobres y necesitadas de nuestro país. 

Es cierto que muchos de los fenómenos naturales son inevitables y nadie puede pedir a las autoridades que impidan su ocurrencia, pero también es cierto que el país cuenta con los instrumentos para enfrentarlos de la mejor forma, pero se requiere activarlos en forma oportuna.

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