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EDITORIAL

Subir la gasolina a precios globales tiene un costo

sábado, 3 de junio de 2023

Nada más inflacionario que el precio de los combustibles, pues trasladan sus costos a casi todos los bienes y servicios; equiparar el precio a nivel internacional es otro problema

Editorial

El expresidente, Álvaro Uribe, tuvo razón cuando dijo que por lo menos el gobierno de Gustavo Petro era consecuente con sus ideas. El tema se trae a colación en consecuencia del reajuste de los precios de los combustibles que han ido subiendo para equipararlos con los precios internacionales y para que el fondo dispuesto para subsidiar la gasolina y el diésel, no siga creciendo y se convierta en un enorme costo para las arcas nacionales, pues simplemente se hacía un cruce de cuentas desde el Ministerio de Hacienda contra los dividendos que el Estado recibe de Ecopetrol, una cuenta que superaba los $25 billones.

Es consecuente cuando se desnuda ante el sector productivo y ante los consumidores que el actual Gobierno Nacional va en contra de nuevas exploraciones y extracciones de crudo, al tiempo que acentúa sus preocupaciones por el calentamiento global y la huella de carbono de los colombianos.

Y si esa es su idea y hoja de ruta, no es raro que desestime el uso de los vehículos, no solo porque no es amigo de los motores a combustión, sino porque son los agentes más contaminantes; además ha dicho el Presidente que ese millonario subsidio a la gasolina que drenaba los recursos que entregaba Ecopetrol debe ser dirigido a otras necesidades más básicas de la población, no a beneficiar a los tenedores de los 17 millones de automotores que circulan por Colombia.

Mata dos pájaros con un tiro el Presidente cuando sube el precio de la gasolina, unos $600 cada mes para equipararlo a precios internacionales, y de paso desestimula el uso de los vehículos contaminantes y así contribuir con morigerar la contaminación. Pero se olvida el Presidente con sus ministros en esa misma ecuación, que subir unos $600 el galón de gasolina dispara el costo de vida porque les transfiere a los bienes y servicios un costo que estaba estabilizado.

El Ministerio de Minas ha decidido subir el galón de gasolina, pero no el de diésel, el combustible que usan los camiones que transportan alimentos y mueven los buses que llevan pasajeros urbanos e interurbanos; una manera ingenua de desear que el alza de la gasolina no sea inflacionaria, pero comete igualmente el error de desconocer la informalidad en el movimiento de los alimentos, que no todos van en camiones a diésel, sino en camionetas viejas a gasolina.

La otra semana será definitiva para saber si la inflación del pasado mayo se frenó, tal y como lo han pronosticado los analistas del mercado; las razones no son distintas a la normalización de las cadenas de suministros en todo el mundo, a la normalidad de la guerra en Ucrania que ya está descontada en materia de combustibles y porque los meses de lluvias han generado buenas cosechas, aunque también en algo debe influir la desgastada herramienta de los bancos centrales de subir tasas de interés para bajar la variación de precios.

Lo más probable es que el Índice de Precios al Consumidor no siga subiendo y que 13% haya sido su nivel más alto en la historia reciente del país, pero sincronizar los precios de los combustibles locales con los internacionales para ser fiel o seguir unas políticas públicas de izquierda progresista puede ser un gran error en materia de precios y con ese decreto de subida de la gasolina se termine castigando a los consumidores y a los tenedores de carros como único medio de transporte.

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