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EDITORIAL

Se desnudaron las diferencias entre regiones

miércoles, 27 de mayo de 2020

Si algo se le puede agradecer al covid-19 es que ha visibilizado las profundas diferencias entre los departamentos, que dicho sea de paso deben revisar su papel en la salud y la economía

Editorial

La manera cómo las distintas regiones han enfrentado la crisis del coronavirus es una muestra más de las asimetrías que experimenta el concepto de lo nacional en Colombia y que fortalecen -en contravía de la Constitución de 1991- la urgente descentralización.

Es fácil caer en el facilísimo de lapidar a los mandatarios locales y regionales por su errático o corrupto manejo de la situación derivada del covid-19, pero se olvida que esa crítica, merecida o no, nace con la división de los antiguos estados en pequeños departamentos, la eliminación de sus fuentes de recursos propios y su reemplazo por transferencias del gobierno central.

Es todo un proceso de mediocrización de lo regional en función del fortalecimiento de un centralismo que le ha hecho perder el brío económico y político a las regiones, en una suerte de “gobiernen desde Bogotá que acá no podemos”.

Dice el exministro, José Antonio Ocampo en su libro “Ensayos de historia económica de Colombia” (Cerec, 1984, cap.6), que “el federalismo es descartado porque “fracasó” en el siglo XIX, sin tener en cuenta no solamente una serie de consideraciones que relativizan su supuesto fracaso sino, además, la gran diferencia entre el debate federalismo-centralismo de entonces y las circunstancias del país a fines del siglo XX (...) El período federal fue también el de mayor crecimiento de la economía colombiana en el siglo XIX”.

No es muy difícil hallar la respuesta a por qué Atlántico, Bolívar o Valle no muestran resultados eficientes durante la crisis sanitaria, mientras que Antioquia y el Eje Cafetero pueden sacar pecho de cómo están manejando la situación. Bogotá, en donde no se admiten comparaciones por la densidad poblacional, la cosa es muy distinta por el tamaño de su población, la disparidad cultural y otra serie de factores que hacen del Distrito territorio de nadie.

Este episodio de la historia que se está escribiendo a punta de virus debe hacer pensar el nuevo país en donde las regiones deben pesar más como fuentes de solución a los problemas nacionales. El modelo actual de transferencias, incluso de repartición de las regalías, debe revisarse en función de esta tragedia que curiosamente premia con más recursos a los ineficientes en sacrificio de los más juiciosos.

Un asunto como el coronavirus y su impacto en las economías regionales es tema para analizar en profundidad en el Departamento de Planeación Nacional, que no solo debe limitar su papel de cada cuatro años de pintar el Plan Nacional de Desarrollo -que ha quedado obsoleto- sino a pintar el nuevo país, a poner en tela de juicio lo normal para hacer pensar en la nueva normalidad que dicta un país de regiones, de autonomías, de concentración de municipios u otras acciones políticas que deben enfrentarse de una vez por todas, antes de que las diferencias se hagan más evidentes.

La fuerza regional desapareció en la Colombia del siglo XX y XXI porque el concepto de lo central nunca dejó desarrollar lo regional y porque los mandatarios “de provincia” fueron estigmatizados (muchas veces con razón) como eslabones de los politiqueros tradicionales.

La palabra de moda es “rediseñar” todos los procesos nacionales porque el aislamiento o cuarentena ha desnudado la debilidad del concepto de país y ha abierto discusiones como replantear el mapa político en función de las nuevas aglomeraciones urbanas; nadie duda que hay departamentos y municipios que no tienen razón de ser en solitarios.

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