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EDITORIAL

Regiones en deuda con la competitividad

miércoles, 27 de abril de 2022

El Consejo Privado de Competitividad presentó el Índice Departamental; Bogotá mantiene el mejor desempeño con 8,6 sobre 10, ¿qué está pasando con el resto de regiones del país?

Editorial

Colombia es un país que retrocede en competitividad regional o departamental a la luz de los resultados del noveno Índice Departamental de Competitividad que realizan anualmente el Consejo Privado de Competitividad y la Universidad del Rosario. Bogotá, la capital del país, el Distrito Capital, con un puntaje de 8,6, sigue siendo la región más competitiva, lejos le sigue la segunda zona o región, Antioquia, que tiene un puntaje de 6,93. Las distancias se notan.

No se puede perder de vista que la capacidad que desarrolla una zona geográfica para competir depende de muchas variables institucionales, fruto del compromiso de sus gobernantes y las fuerzas vivas, como los empresarios y la academia, que se enfocan en mejorar la salud, la educación, la infraestructura, la sostenibilidad, el recurso humano y las nuevas tecnologías, como puntales de progreso. En pocas palabras, una región con malos indicadores en los pilares fundamentales no solo no progresa en su sociedad, sino que le endosa su desarrollo a las regiones que invierten y cuidan los factores de competitividad para atraer inversiones, pero sobre todo retener su propio capital.

El Índice Departamental de Competitividad mide 106 indicadores organizados en cuatro categorías principales: condiciones habilitantes, capital humano, eficiencia de los mercados y ecosistema innovador, cada una compuesta por unos pilares específicos. Y cuando ese filtro se pasa por los 32 departamentos y el Distrito Capital, las cosas muestran un país en deuda con la “centralización de la competitividad”. Bogotá y Antioquia son los lugares más competitivos y se ratificaron en su posición de liderazgo. Muy bueno para sus habitantes, empresas, universidades y gobernantes, pero malo para las otras regiones siempre más rezagadas o en deuda.

El reporte muestra que la pandemia dejó deterioros notables en varios elementos. En el pilar de instituciones, 70% de los departamentos registró una caída en su puntaje; en salud 64%; en sofisticación y diversificación 55%; y en educación básica y media 52%. Es el primer gran balance de las consecuencias de la pandemia en el desempeño competitivo del país.

Lo más preocupante es que las brechas entre las regiones se profundizaron, con aumentos en las diferencias entre los departamentos en la primera y la última posición del listado en varios fundamentales, que requieren avanzar en todos estos pilares simultáneamente para medir los resultados en el tiempo. Los hacedores de las políticas públicas deben individualizar las recetas para desarrollar la competitividad en unas regiones y fortalecerla en otras. Bogotá, por obvias razones económicas y de centralismo, arrastra retos distintos a las regiones del suroccidente, el Pacífico o la región Caribe.

Ciertamente el centralismo actúa en contra de la competitividad, pues muchas competencias regionales solo se fortalecen en las grandes capitales que cuentan con mayores recursos para avanzar en el tema. Hablar de competitividad por departamentos puede ser un error, pues la economía demuestra que el enfoque real son regiones geográficas interconectadas y dependientes, o por ciudades, pero no por el fruto ficticio de los departamentos, muchos de los cuales nacen como antojo o capricho de los políticos, pero no por una coherencia de desarrollo económico, cultural o social.

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