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Tasa de desempleo
El Gobierno Nacional pretendió sacar una reforma laboral sin mayores respaldos de los empresarios, error que no es mejor, pero su pecado es no hablar de informalidad
Son muchos los problemas estructurales que tiene Colombia: pobreza, inseguridad, narcotráfico, infraestructuras deficientes y muy baja competitividad y productividad, pero hay un mal superior transversal que para muchos no es tan malo, y se trata de la informalidad.
A nadie le preocupa que más de la mitad de quienes se consideran empleados sean informales (56%), es decir, que no tengan seguridad social y que los gobiernos los mantenga adictos a las ayudas estatales en forma de subsidios. El Dane, en su estudio mensual sobre el empleo, les pregunta a los encuestados si está buscando trabajo, y si la respuesta es no, la entidad los considera como empleados, luego discrimina el tipo de empleo, jornadas, contratos, salarios, etc.
Más de la mitad de los trabajadores en Colombia son informales y es un mal que ningún gobierno, al lado de los gremios económicos, ha tratado de solucionar, al menos disminuirlo a un dígito; que sean muchos más los colombianos con un trabajo formal, con seguridad social, que los nacionales que viven al día en medio de la incertidumbre, sin esperanza de salir de la pobreza y lleno de precariedades.
El Gobierno Nacional presentó una reforma laboral muy ambiciosa que más parecía un pliego de peticiones elaborado por un sindicato leonino contra sus empleadores; llenaron la iniciativa de cargas y compromisos que destruían sectores completos, pero lo peor de todo, es que no concertaron nada pecando en una arrogancia basada en la convicción de que dominaban el Congreso de la República.
No sucedió así, los senadores de la Comisión Séptima del Senado, le están dando una lección al Ejecutivo hundiendo la reforma que colisiona con la reforma a la salud que sigue el mismo trámite. No es que los senadores sean un techado de responsabilidad de cara al país, no obstante, en este momento, han actuado con profesionalismo y han impedido que la reforma laboral avance.
Lo malo es no concertar con los gremios ni apoyarse en los centros de pensamiento y en las universidades para traer a valor presente lo bueno que se hacía en el pasado para mezclarlo con los retos que impone el futuro laboral. La reforma laboral que necesita Colombia debe tener como eje central la disminución del desempleo, el ataque frontal a la informalidad, a reglamentar el trabajo en casa, a fortalecer las labores rurales ante la pérdida sostenida de esa población y la escasez de mano de obra, pero ante todo, en hacer el país económico mucho más competitivo.
No en vano Colombia es el país -entre los socios de la Ocde- que más horas dedica a la jornada laboral, pero también el más improductivo, en una suerte de “trabajamos muchas horas, pero no producimos”. La jornada laboral de menos de 40 horas no se tocaba en la reforma propuesta, ni la implementación del empleo por horas, no había un ataque frontal contra la informalidad, pecado económico que hace que los impuestos siempre los paguen quienes tienen un contrato formal.
Es urgente hacer una reforma laboral más amplia y estructural que mejore la calidad del empleo, que incluya a los informales, que mejore el uso de los impuestos parafiscales, que lleve a las cajas de compensación a un 2.0, que obligue a las universidades a reformar sus currículos de cara al futuro; una reforma que sea un frente amplio social de cara a un mejor trabajo para todos los colombianos, menos mal la iniciativa actual está muerta.
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