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No se puede esperar que el ritmo de la economía sea igual al año pasado, se deben hacer los correctivos necesarios
La evidencia es contundente acerca de la inconveniencia de mantener la idea de que la economía continúa la dinámica de hace un año. Es una realidad que se debe aceptar y en ese orden hay que ajustar las proyecciones y entrar a revisar distintos temas para evitar que el impacto de la destorcida sea mayor, generar falsas expectativas o el incumplimiento de promesas hechas cuando la situación era distinta.
En primer lugar resulta entendible, por razones meramente humanas, la dificultad para aceptar una nueva realidad. Empresas, organizaciones y familias tienen esa propensión, pero el Gobierno no puede caer en esa tentación, pues su responsabilidad no se circunscribe a una actividad o grupo particular sino a toda una sociedad.
Hay asuntos en los que se debe actuar con la mayor claridad y celeridad para que los distintos actores reciban el mensaje y actúen en consecuencia. Tres parecen los centrales, sin que ello implique que sean los únicos: la situación fiscal, la coyuntura externa y el crecimiento de la economía, pero el primero es el más urgente.
No es fácil hacer una evaluación exacta de la nueva realidad fiscal, pero los primeros datos producen cierta zozobra: la caída de los precios del petróleo hacen que los recursos al fisco disminuyan en poco más de $15 billones, cifra equivalente al presupuesto de Bogotá para un año. El dato no incluye otros rubros ligados a regalías y aportes que reciben las regiones como consecuencia de la actividad de las empresas que han ajustado sus presupuestos. De cualquier forma, los gobiernos deben obrar en el mismo sentido, lo cual seguramente no caerá bien en los distintos grupos sociales, pero es la responsabilidad de los gobernantes.
En el caso del Gobierno, nadie discute la importancia de grandes obras para el desarrollo, pero las condiciones hacen que se deba ir con calma o modificar cronogramas y en este sentido el Ministro de Hacienda tiene que ser estricto y no dejar dudas frente a los demás miembros del gabinete y al Primer Mandatario y a su Vicepresidente.
La revisión de proyectos y programas es amplia e incluye el plan de carreteras y obras públicas que maneja la Vicepresidencia, el programa de casas gratis, y las becas universitarias, que se deben mantener, pero acomodadas a las disponibilidades.
Antes que anunciar más impuestos, el Gobierno debe mandar un mensaje de austeridad, recortando muchos gastos de la burocracia, como viajes y viáticos, nóminas paralelas, remodelaciones y construcciones públicas y los llamados gastos generales.
El presupuesto nacional para 2015 asciende a $167 billones, sin incluir los pagos de deuda. ¿Por qué no pensar en un recorte de 10% muy cercano a la disminución de la renta petrolera que maneja el Ministro de Hacienda?
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