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No se puede minimizar la amenaza del ómicron, pero la tarea ya se hizo con el covid-19, el problema es que las autoridades locales se sobreactúen y castiguen a la economía
Aún es muy prematuro un balance del covid 19 en el país, pero se puede decir que dejó 21 millones de colombianos en estado de pobreza, a siete de ellos en la categoría absoluta y a más de 128.000 fallecidos, eso en cuanto a destrucción de la vida y el bienestar, pero el saldo en términos de empleos formales destruidos, cierre de empresas y endeudamiento del país, es mucho mayor.
Como todo, también tuvo cosas buenas y una de ellas es que las generaciones presentes en el acontecer tuvieron que aprender a asimilar normas sociales de prevención y precaución, al mismo tiempo que las autoridades locales, regionales y nacionales, estuvieron en “pie de guerra” contra el flagelo y hoy se puede decir que hay mayores fortalezas para enfrentar situaciones anormales como una catástrofe natural, tecnológica o de salud de larga duración, una pandemia o un conflicto bélico de gran escala.
Alcaldes, gobernadores y ministros tuvieron un desempeño más que aceptable durante toda este largo año y medio de covid 19, experiencia que será el arma fundamental para enfrentar cualquier otra situación anormal, tal como la que pronostica la Organización Mundial de la Salud (OMS) con el Ómicron.
El problema ahora es que hay una sobre actuación y se vuelvan a tomar medidas que golpeen la economía, las fronteras, los aeropuertos, los puertos, las empresas, los centros comerciales, es más, los horarios de las personas.
Nadie puede dudar que no se trata de plantear el falso dilema de salud o economía, sino de aprender a vivir en una nueva normalidad con cuidados. Colombia tuvo un pico de cinco millones de desempleados en los tiempos más duros y otro tanto se colgó en sus deudas, perdió sus trabajos o tuvo que suspender actividades de formación.
El covid-19, el Ómicron y los virus que vengan en el futuro no serán los últimos que acechan sobre las sociedades modernas y todos deben atacarse o enfrentarse con la experiencia adquirida en luchas anteriores.
Sería un error repetir la misma fórmula de cerrar las economías por temor a una propagación inminente, lo que simultáneamente activa una resurrección de la pobreza, del desempleo, de las empresas quebradas y de flagelos que tardan mucho más solucionarse.
Los científicos de las grandes farmacéuticas trabajan contrarreloj para lograr nuevas vacunas a nuevas cepas; las clínicas y hospitales de todo el mundo, ya tienen protocolos, instrumentación y nuevas tecnologías sobre cómo lidiar este tipo de situaciones, pero los políticos populistas pueden usar en renovado miedo para encerrar a sus poblaciones y condenarlas a la pobreza que sube como una inundación anunciada y a la esclavitud de los virus.
Quizá sea muy prematuro decirlo, pero el mundo deberá aprender a convivir con este tipo de situaciones que habían sido olvidadas; el covid-19 enseñó resiliencia en las sociedades, mientras que este Ómicron deberá ser la prueba de fuego sobre cuánto aprendió la humanidad a lidiar con estos asuntos.
No es subvalorar una amenaza inminente, es advertir que se tiene una experiencia adquirida que hay que poner a andar para evitar contagios, muertes y destrucción, eso sí, sin afectar el frenesí y la dinámica económica que a la postre es lo que mantiene a las sociedades pujantes, en crecimiento y en permanente lucha contra las necesidades básicas insatisfechas en todo el mundo.
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