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Deuda Externa de Colombia
La prueba ácida de que la inversión privada ha caído en Colombia es que cede en el total de la deuda externa, dicho de otra manera, los empresarios no quieren deudas ni inversiones
El Banco de la República reveló el nivel de la deuda pública y privada a diciembre de 2023, que como todo en la economía tiene un lado bueno y otro malo. El bueno es que en general cayó a 54% del PIB, cuando en contraste con noviembre estaba en 56%. En valores, la deuda en diciembre sumó US$196.360 millones: la pública bajó a 31%, con US$112.970 millones, mientras que la privada cayó a 23%, con US$83.390 millones.
La deuda pública la honran los contribuyentes, mientras que la privada los empresarios. Es clave mirar en detalle que en 2022, la suma total de toda ella estaba en US$183.818 millones, 53% del PIB, una cifra baja si se tiene en cuenta que el ancla para la deuda neta definida en la Ley de la Regla Fiscal es de 55% del PIB.
Lo que quiere decir es que esa es la gran noticia, pues poco a poco se respeta la regla fiscal, no obstante, con los anuncios gubernamentales de más subsidios en tiempos electorales se estima que ésta se elevaría entre 2% y 4% del PIB en los dos años venideros. La mala noticia, y lo que se convierte en la prueba ácida de que la inversión privada está cayendo, es que la deuda del sector productivo, como participación en la deuda general, está cayendo a pasos agigantados.
El año pasado, la inversión extranjera directa en Colombia alcanzó los US$20.000 millones, en 2022 cerró en US$17.393 millones y este año se ha reducido en los dos primeros meses casi una cuarta parte. La llamada inversión extranjera directa, que es el termómetro que mide el desarrollo de nuevos proyectos duraderos, con fines económicos y empresariales de largo plazo, por parte de inversionistas externos del país, está en sus peores momentos por dos situaciones: la primera es la inseguridad jurídica y tributaria ante las cuales están expuestas o sometidas las compañías con los permanentes cambios regulatorios en un país altamente normatizado y en donde el sector productivo está sometido a detalladas observaciones de los gobernantes.
Y la segunda y más pesada, es la idea del Gobierno Nacional de suspender las exploraciones mineras y energéticas, lo que representa una caída enorme en capitales que llegaban al sector minero-energético. El grueso de las inversiones que entraban a Colombia era para proyectos extractivos en gas, carbón, oro y petróleo, proyectos empresariales que pagaban millonarios impuestos representados en regalías.
Según cifras del Banco de la República, la inversión en ese sector va desde los US$1.533 millones en un año regular hasta los US$3.000 millones en un lapso récord. Solo en petróleo la inversión extranjera directa podría alcanzar los US$700 millones anuales, dinero que se ha dejado de percibir si se cruzan variables y que se nota cuando se conjuga el general de la caída de la deuda externa.
La hipótesis es que la relación entre la obligación externa, inversión extranjera directa, más el crecimiento económico, están más enlazados que nunca y que es tarea del Ministerio de Hacienda sincronizar estas variables para que el país no caiga en una desaceleración generalizada.
La economía no puede pararse ni dejar de crecer porque el Gobierno Nacional con sus ideas no mide las consecuencias. De momento, la situación económica de Colombia se puede describir como “no hay quién haga, ni hay quién se endeude”. Un estado peligroso que puede sembrar espíritus políticos populistas de cambio de sistemas estructurales.
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