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EDITORIAL

No hay grandes apuestas por las infraestructuras

viernes, 25 de noviembre de 2022

El esperado Plan Nacional de Desarrollo quizá tenga apartes que plasmen en papel grandes obras que transformen la competitividad del país y disminuya las precariedades sociales

Editorial

Colombia siempre se raja en competitividad internacional por las asimetrías y los rezagos en materia de infraestructuras. Factores como una geografía complicada por el paso de tres cordilleras, la corrupción crónica en los gobiernos y la falta de planificación en pueblos y ciudades han hecho que el desarrollo de carreteras, autopistas, puentes, túneles, puertos, aeropuertos, acueductos, distritos de riego, hidroeléctricas, clínicas, hospitales, colegios, universidades, polígonos industriales y todas las telecomunicaciones, compartan el lugar común de la precariedad, ausencia o total falta de sueños grandes.

El mejor ejemplo es el soñado metro de Bogotá, que más que una ilusión es una pesadilla, lejos de la realidad. Por casi 70 años, siete décadas, no ha salido del papel, y cada vez más, tanto los presidentes de turno como los alcaldes, le meten palos en la rueda. Es muy difícil ponerlos de acuerdo, pues todos quieren cosechar y no perder el dividendo del sueño.

Ese metro de Bogotá es como el etéreo anhelo de la paz total para los colombianos, un motivo apropiado por los gobernantes para jugar con la ilusión de las personas y aprovechar sus votos. Y ese es justamente el reto nacional: pasar del dicho al hecho, hacer los sueños realidad, ¡despertarse! Tal como ocurrió en Antioquia con las obras que catapultarán esa región en los próximos años: los túneles de Oriente y El Toyo, el Puerto de Urabá, las distintas líneas del Metro de Medellín y la red de grandes obras 4G que dispararán una economía que hoy aporta alrededor de 15% al PIB nacional, pero que en dos o tres décadas será una cuarta parte, similar a lo que aporta Bogotá.

No hay grandes obras de carácter nacional, eso sí, muchos sueños y palabras al viento; el presidente Gustavo Petro ha hablado del tren rápido de la región Caribe que una Cartagena, Santa Marta y Barranquilla, también de la gran autopista que conecte el Pacífico con los Llanos Orientales, pero a esas ideas nadie les ha metido los números, no les hace la matemática porque al sincerar esas ilusiones se estrellan con el muro de la pobreza o la incompetencia financiera de no saber de dónde sacar el dinero.

En el mundo que vivimos hay muchas fuentes de inversión distintas a los impuestos y es allí en donde el mecanismo de las concesiones, el papel del sector privado es determinante. El líder el gremio de los grandes constructores, la Cámara Colombiana de Infraestructura, CCI, Juan Martín Caicedo, le decía al presidente Petro que el país con mayor desarrollo en su infraestructura público-privada basada en las concesiones a las grandes corporaciones es China. Si el otrora oscurantista país de Mao, no hubiese desarrollado grandes multinacionales de la ingeniería privada y las convirtiese en jugadoras del desarrollo, seguramente sería una estepa árida lejana a ser la segunda economía del mundo. Buscar mecanismos de financiación de grandes sueños nacionales no es el verdadero problema (léase fondos privados de pensiones, por ejemplo), es tener acuerdos fundamentales en torno a una veintena de obras clave para las nuevas generaciones. Cali debe tener metro, Bogotá debe contar con dos o tres túneles y autopistas metropolitanas, el Pacífico debe tener más puertos y carreteras litorales que traigan sus gentes al siglo XXI, son docenas de ideas que solo quienes gobiernan pueden hacerlas realidad.

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