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EDITORIAL

No clasificar al Mundial no era un juego

jueves, 3 de febrero de 2022

El Mundial de Fútbol no solo mueve la economía a través del entretenimiento, el consumo y el turismo, también es una forma de hacer marca país desde el deporte más masivo

Editorial

Cuando un país clasifica al Mundial de Fútbol de cada cuatro años todo se convierte en una gran fiesta, su economía se mueve desde varios sectores que dinamizan el consumo y el entretenimiento. Se desata gran movilidad turística, no solo para ir a ver los partidos a la sede del Mundial del momento, sino que desata desplazamientos internos a fincas, playas, bares, restaurantes y toda clase de negocios que se apalancan en los partidos de la Selección, para vender más. Los presupuestos de los negocios aumentan, contratan más empleados, acondicionan sus negocios y compran televisores, sonido, inmobiliario, bebidas, alimentos, camisetas, merchandising de la Selección, toda una serie de cosas que activan la industria y las manufacturas.

El Mundial es la mina de los ingresos de la Fifa, que los reparten entre sus afiliados que van al gran evento; en la cita pasada, se repartieron entre los participantes cerca de US$700 millones. Es la actividad deportiva más rentable e influyente en 195 países. Los últimos tres mundiales, le han generado ingresos promedios a la Federación Colombiana de Fútbol por más de US$5.500 millones, derivados de los derechos de televisión, marketing, venta de entradas, derechos de ropa deportiva, souvenirs, etc. Es un gana-gana para países como Colombia, devotos de su combinado nacional, los clubes locales de fútbol que prestan a sus jugadores para el evento reciben dinero, que reinvierten en buscar nuevos talentos. El último Mundial de Rusia en 2018 le ingresó a la FCF más de US$6.000 millones y se espera que el de Qatar, a jugarse entre el próximo 15 de noviembre y el 15 de diciembre, supere esa cifra con creces, pues será el primer gran evento global a celebrarse en un país árabe de alto ingreso per cápita.

La Federación Colombia de Fútbol dejará de percibir mucho dinero por no ir a Qatar, si se tienen como referencia estas cifras del último Mundial: una Selección eliminada en primera ronda -como casi siempre sucedía con Colombia- recibía US$8 millones; el campeón US$38 millones y el otro finalista US$28 millones. Sin contar los beneficios colaterales de convertir docenas de jugadores en celebridades globales con el derivado de sus ingresos por publicidad. Las empresas de consumo masivo saben que cuando la Selección Colombia logra clasificar a un Mundial, las ventas mejoran, el ambiente se distensiona, y lo que es un beneficio mayor, el nombre del país se rentabiliza, se hace marca-país, y lo que no es menor, muchos jóvenes ven en la profesión del fútbol un camino para progresar. Claramente, lo que más pierden son los técnicos y los futbolistas, pues dilapidaron ingresos por publicidad, por merchandising, por contratos con clubes en el exterior; una oportunidad que solo aparece cada cuatro años y, ciertamente, siembra en el ambiente nacional un fervor irrepetible de identidad nacional. Hoy, el fútbol colombiano, que es una actividad privada apalancada en instalaciones deportivas públicas, está de capa caída, no supo renovarse, no entendió los momentos de cambio, no aprovechó el momento de referencia. Clasificar a Qatar no era un simple juego de fútbol de unos muchachos que no sacaron lo mejor de sí mismos, está demostrado que en épocas de Mundial mucho colombiano logra montar negocios o emprendimientos que duran años, mientras que las empresas desarrollan ideas creativas para seguir construyendo identidad nacional.

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