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lunes, 29 de abril de 2013
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Santos ha puesto a andar políticas públicas novedosas y generosas al mismo tiempo, pero todo tiene su costo

Santos ha puesto a andar políticas públicas novedosas y generosas al mismo tiempo, pero todo tiene su costo
 
No es un secreto que la economía colombiana muestra señales de alguna desaceleración a la que se requiere ponerle la máxima atención, pues las razones de la situación pueden ir más allá de la coyuntura o del manejo mediático de variables como la tasas de cambio y de interés. El diagnóstico es más amplio. En países como el nuestro, se puede estar dando una paradoja: los mismos factores externos que han empujado la economía en los últimos años, ahora están comenzando a generar incógnitas e incertidumbre.  
 
Los precios del petróleo y de los minerales tienen una tendencia a la baja. En el caso particular del primero, por una menor demanda de China porque su crecimiento se ha vuelto “normal” y también por una acumulación de inventarios de Estados Unidos. Y no es solo el petróleo. El oro ha registrado una reducción de 30% y el carbón mantiene la tendencia bajista. Nadie tiene certeza de lo que va a pasar porque no es claro el rumbo de la economía mundial, ni siquiera en Estados Unidos, donde un aumento del PIB de 2,5% conocido la semana pasada, fue inferior al esperado.
 
Lo cierto es que el precio del crudo que negocia Colombia ha caído este año cerca de 10%, lo cual no es nada despreciable en un producto que responde por 50% de las exportaciones, aporta bastante a las rentas nacionales y regionales, es soporte del esquema de transferencias por regalías y tiene un efecto multiplicador nada despreciable sobre el aparato productivo. No es del caso comprobarlo, pues la evidencia es contundente. Es tan claro que el panorama de la economía hubiera sido muy distinto si no se hubiera dado esa coyuntura de altos precios internacionales de las materias primas, como lo sería también en caso de que se diera la situación contraria. 
 
El discurso puede con todo tipo de soluciones, como que Colombia debe encontrar petróleo y que los esfuerzos deben enfocarse hacia allá. Cierto, pero eso no depende de la buena voluntad de los encargados del asunto. Lo que sí no debe dejar duda alguna para quienes manejan la política económica es que debe haber un plan si se da una contracción en el sector externo y los recaudos se resienten por efecto de los menores ingresos de la industria extractiva. El primer ejercicio es mental. El país debe dejar de creer que nos asimilamos a una economía rica que puede usar indefinidamente el gasto público para subsidiar a quien lo pida, regalar bienes y decretar exenciones impositivas o tarifarias para estimular artificialmente el crecimiento de la economía.
 
No es del caso hacer premoniciones demoníacas, pero es mejor tener prudencia cuando del manejo de los recursos públicos se trata. Las decisiones presentes tienen consecuencias positivas o negativas en el futuro. Y esa debe ser la visión de quienes están al frente de los destinos del país.
 

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