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El conflictivo y polémico Gobierno de Venezuela ahora reclama un territorio que representa 0,6% de las reservas petroleras del mundo y tiene gran riqueza en minerales
Hace menos de 60 años que el territorio de Guyana se independizó de Gran Bretaña y dio origen a un alejado país del resto del continente, gracias a la frontera natural que separa la América Latina de una América más inglesa, francesa, holandesa, atada a su pasado mercantil pirata del siglo XVIII.
Son 159.500 kilómetros cuadrados ricos en recursos naturales y forestales, olvidados de todo el mundo, pero no por el conflictivo presidente venezolano, Nicolás Maduro, quien reivindica un anhelo de finales del siglo XIX desde cuando los venezolanos reclaman las tierras al oeste del río Esequibo.
El problema diplomático data de 1899, cuando un arbitraje internacional le dio a Gran Bretaña ese territorio totalmente selvático, pero en 1962 Venezuela desconoció tal arbitramento y de cuando en cuando ha exigido dicha región inundada de gran vegetación, pero más exuberante en oro, plata, coltán y, por supuesto, gas y petróleo.
El caso en disputa está en la Corte Internacional de Justicia, pero como hay elecciones en Venezuela, el chavismo vuelve a mostrar los dientes ahora que el gobierno demócrata de Estados Unidos necesita del petróleo venezolano ante los conflictos sin final de Ucrania e Israel.
Es uno de los puntos más estratégicos del mundo, verdaderamente rico en todos los recursos naturales, el mismo río Esequibo es uno de los más caudalosos y largos del continente, rodeado de ocho millones de hectáreas de bosque virgen.
Es una región enorme que puede ser igual a dos veces el departamento de Antioquia. Dicho diferendo entre dos países no puede verse solitario, hace parte de una suerte de problemas que pueden escalar y convertirse en conflictos de escala mundial.
Venezuela no es un paria internacional, tiene el apoyo y la financiación militar de Rusia, China e Irán, y claramente está alineado con intereses contrarios a los de Estados Unidos. Quizá el nuevo brote de conflicto sea una ficha más que se mueve en el espeso panorama internacional y todo obedezca a un juego de roles de desestabilización global.
La invasión de Rusia a Ucrania está casi olvidada en el resto del mundo occidental; el secuestro de Hamás de 140 personas en Israel se ha vuelto paisaje en las noticias, lo mismo que la gran preocupación por la siempre tensa relación entre China y Taiwán, por tanto, el diferendo del Esequibo no puede verse aislado porque compromete los mismos jugadores y los mismos recursos naturales: el petróleo y el gas.
No en vano Guyana, apalancado en casi 400.000 barriles de petróleo diarios de producción, se ha convertido en el país de mayor crecimiento en la región, un ruido que nunca había generado y que le da la razón estratégica a Maduro, que se siente empoderado por las nuevas concesiones que le ha dado el gobierno demócrata de Estados Unidos, al solicitarle un suministro de 300.000 barriles diarios.
Lo que le enseña a Colombia este nuevo conflicto que no se solucionará de la noche a la mañana es que aún el petróleo está en el epicentro de las tensiones geopolíticas y que desdeñar la riqueza petrolera colombiana es un grave error estratégico que condenará a varios millones de colombianos a la pobreza.
Maduro y su corte de militares socialistas “no tienen ni un pelo de tontos”, se están moviendo y preocupando por el petróleo como producto en extinción que debe ser explotado antes de que sea un bien primario que carezca de precio.
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