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Las relaciones binacionales nuevamente se oscurecen por metidas de pata de políticos y funcionarios inoportunos
En las relaciones de Colombia y Venezuela los negocios no siempre son independientes de la política, por lo general van unidos y cada vez que se oscurecen las relaciones binacionales le pasan la cuenta de cobro a los empresarios. No es sino recordar la época negra del comercio entre los dos países en tiempos del expresidente Álvaro Uribe -2002 y 2010-, cuando el intercambio de bienes y servicios se vino al piso y poco le sumó a la balanza comercial. A Juan Manuel Santos se le debe que volvió a tejer con gran filigrana diplomática las relaciones con los países del vecindario, que quiérase o no, siguen siendo el mercado natural de muchos empresarios que exportan a Venezuela y Ecuador.
Pero es una relación bipolar, particularmente con Venezuela que de vez en cuando nos amenaza y maltrata a los expresidentes de derecha que se entrometen en sus asuntos, quienes por propia voluntad viajan a opinar en asuntos internos ajenos a su ejercicio profesional. Tal es el caso del mismo Uribe que se va lanza en ristre contra la administración vecina cada que quiere, restándole a las iniciativas de los empresarios que tienen negocios allá. El episodio de la semana pasada con el expresidente Andrés Pastrana, volvió a revolver las relaciones que siempre están pegadas con ‘saliva de loro’, tal como dicen los mismos venezolanos.
Es cierto que los negocios de un país no son a cualquier precio y que hay una coherencia nacional, pero el palo de la economía regional no está para hacer cucharas. Venezuela atraviesa un muy mal momento por causa del modelo económico y los bajos precios del petróleo. Algo similar, pero sin tanto impacto ocurre en Colombia y ahora más que nunca el intercambio de bienes y servicios entre países complementarios en la región es vital para sobrellevar la crisis petrolera que a los dos nos afecta. La balanza comercial con Venezuela es superavitaria para Colombia y ya casi recupera los US$3.000 millones. Recordemos que alguna vez superó US$6.500 millones anuales, un dinero difícil de vender con cualquier país por fuera del continente.
Y sobre el papel de la Cancillería colombiana nada que decir, pues es la misma estrategia que empleó con la crisis de los paraísos fiscales con Panamá: llegar tarde a las polémicas y a aplicar remedios diplomáticos más letales que la misma enfermedad. Todos los gobiernos venezolanos a lo largo de la historia siempre han utilizado a Colombia y nuestras relaciones con ellos como ‘chivo expiatorio’ para recoger adeptos nacionalistas. Nada más benéfico para los chavistas de Nicolás Maduro que una pelea a destiempo con los colombianos, justo un motivo que le ayudaría a desviar la atención sobre la crisis económica de desabastecimiento que experimenta el vecino país. ¿Por qué no pensamos más en Colombia que en Venezuela?
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