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Impuesto al patrimonio o a la riqueza: no es juego semántico, es toda una polémica social que bien vale la pena darla.
Al ministro Cárdenas Santamaría le queda pendiente argumentar con profundidad las razones teóricas por las que renombró el ‘impuesto al patrimonio’ como ‘impuesto a la riqueza’. El debate viene como anillo al dedo a la necesaria reflexión que les ha impuesto a los gobernantes, el economista francés, Thomas Piketty, en su libro El Capital del Siglo XXI (2013). En los preámbulos a su tesis pregunta ¿acaso la dinámica de la acumulación del capital privado conduce inevitablemente a una concentración cada vez mayor de la riqueza y del poder en unas cuantas manos, como lo creyó Marx en el siglo XIX? O bien, ¿acaso las fuerzas que ponen en equilibrio el desarrollo, la competencia y el progreso técnico llevan espontáneamente a una reducción de las desigualdades y a una armoniosa estabilización en las fases avanzadas del desarrollo, como lo pensó Kuznets en el siglo XX? ¿Qué se sabe en realidad de la evolución de la distribución de los ingresos y de la riqueza desde el siglo XVIII, y qué lecciones podemos sacar para el siglo XXI?
Las reformas tributarias o actualizaciones impositivas tratan de corregir las desigualdades y las asimetrías económicas y justamente en Colombia estamos atravesando por este necesario ajuste. “El capitalismo produce mecánicamente desigualdades insostenibles, arbitrarias, que cuestionan de modo radical los valores meritocráticos en los que se fundamentan nuestras sociedades democráticas. Sin embargo, existen medios para que la democracia y el interés general logren retomar el control del capitalismo y de los intereses privados, al mismo tiempo que mantienen la apertura económica y evitan reacciones proteccionistas y nacionalistas”.
Los gremios económicos han salido a protestar más por la semántica que por la misma teoría de fondo en la fijación del impuesto al patrimonio o a la riqueza, pero el debate va más allá de un simple acomodo de palabras chocantes; dice el economista francés que “campesino o noble, obrero o industrial, sirviente o banquero: desde su personal punto de vista, cada uno ve las cosas importantes sobre las condiciones de vida de unos y otros, sobre las relaciones de poder y de dominio entre los grupos sociales, y se forja su propio concepto de lo que es justo y de lo que no lo es. El tema de la distribución de la riqueza tendrá siempre esta dimensión eminentemente subjetiva y psicológica, que irreductiblemente genera conflicto político y, que ningún análisis que se diga científico podría apaciguar. Por fortuna, la democracia jamás será reemplazada por la república de los expertos”.
En el tema de impuestos no hay percepciones subjetivas, hay acumulaciones de capital reales y las desigualdades siempre son crecientes.
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