Lección chilena, no se cambia lo que funciona

Solo un muy pequeño puñado de países en América Latina tienen algo que mostrar en desarrollo económico y el caso del otrora milagro chileno es uno de ellos. No vale la pena recordar la aventura que ha tenido el país austral con administraciones de corte socialista, que solo han retardado procesos de pleno progreso desde 1973, cuando el país fue recuperado de las manos del comunismo que avanzaba en la región por esos años de la Guerra Fría; la dictadura de Augusto Pinochet, no solo estabilizó Chile en materia de crecimiento social y derrota de la inflación, sino que hizo un pacto generacional por un mayor Producto Interno Bruto, basado en las tesis académicas de la Universidad de Chicago, que por entonces gozaba del prestigio del Nobel, Milton Friedman, quien pudo instaurar en esa economía la vocación exportadora actual, un Estado mínimo sin burocracia, controles al gasto público, privatización de empresas estatales, la salud, pensiones y educación.

Avanzó como una apertura comercial reduciendo aranceles, en consonancia con la economía global y potenció el mercado de capitales. Muchas de las cosas que hizo bien Chile en la década de los 70, las copió Colombia en la administración de César Gaviria, dando un salto enorme en desarrollo de la economía. De manera contundente, los chilenos le dieron un espaldarazo al nuevo presidente, José Antonio Kast, para que lleve las riendas de la quinta economía de la región y uno de los países de mayor estabilidad y desarrollo humano del continente.

El mensaje que envía el resultado de las votaciones en segunda vuelta en Chile es contundente para países de la región como Colombia y Perú, que al lado de México, pertenecen al grupo llamado Alianza del Pacífico, que estrictamente no es un tratado de libre comercio, pero sí una unión en términos de intereses geopolíticos.

La mejor lección que le han dado los chilenos a los electores latinoamericanos es la transición democrática pacífica de una actual administración socialista, sin mayores resultados en su gestión, a una de corte de libre mercado, respeto por la propiedad privada y trabajadora por disminuir la pobreza y las precariedades.

La izquierda latinoamericana ha visto caer sus modelos de gobierno al no demostrar progreso, poco crecimiento e inoperancia en la seguridad; el giro chileno es todo un toque a la puerta para Colombia que en seis meses debe elegir sobre el modelo económico que llevará las riendas hasta 2030.

Chile optó por lo que funciona, “no se cambia lo que funciona”; que las exportaciones de los chilenos sean reconocidas en todo el mundo, que sus empresas multilatinas sean líderes en los mercados vecinos y que el ingreso per cápita de sus ciudadanos sea de dos dígitos, no son situaciones menores que no tienen por qué ponerse en riesgo.

Si bien la delincuencia, que era un problema resuelto en Chile, ha sido lo que ha inclinado la balanza electoral, es el modelo económico el que más ha seducido a los electores en el país más próximo a volverse desarrollado en la región, pues solo él tiene crecimiento sostenido, poca pobreza, desempleo bajo, seguridad y un enfoque claro, comprometido con el nuevo rumbo de la economía. Otro mensaje se hubiera dado a Colombia, si el ganador de las elecciones hubiese sido el comunismo rejuvenecido en varios países del continente y en ocasiones patrocinado por el dinero del narcotráfico.