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EDITORIAL

Las crisis de los transportes masivos

miércoles, 25 de septiembre de 2013
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El S.O.S. del sistema de transporte masivo de Pereira y la crisis de la 26 en Bogotá destapan una situación crítica

No hay que ser tan pesimista o tan trágico en afirmar que en Colombia hasta las ideas más geniales pueden convertirse en una pesadilla empresarial, tal como algunos lo vienen afirmando basados en la situación coyuntural de las empresas de transporte masivo basadas en los ‘transmilenios’ (como palabra genérica) que se convirtieron en soluciones creativas ante la ausencia de sistemas de metro en las principales ciudades del país. Hay que tener mucho cuidado en las críticas al Transmilenio, Mío, Metroplus, Transmetro, entre algunas de las empresas que hoy mueven al grueso de la población urbana.
Es cierto que todos los distintos modelos de negocios se adaptaron con una regla fija como si transportar gente en Bogotá fuera lo mismo que en Barranquilla, Bucaramanga o en Pereira. Incluso los inicios de cada uno de los proyectos tuvo un origen diferente y jugadores accionarios casi que antagónicos, situaciones que marcaron indefectiblemente el desarrollo empresarial. Los accionistas de esos sistemas de transporte masivo tenían en su ADN motivaciones distintas, en algunos casos solo querían hacerse con una jugosa licitación y aprovechar una iniciativa gubernamental que aseguraba millonarios recursos del presupuesto nacional. En otros casos, quienes llegaron al negocio venían del transporte urbano tradicional y sólo se dedicaron a trasladar los problemas crónicos, como la guerra del centavo y a llenar los buses como si se tratara de transportar ganado y no un servicio digno para personas.
Insistimos en que el error está en los modelos de negocios y el peso que tuvieron situaciones como el ‘boo’m de las motocicletas de bajo costo y la falta de decisión de las autoridades de transporte a la hora de poner en regla a los transportadores paralelos que siguen con sus buses por las calles alternativas a los carriles exclusivos. En los últimos cinco años, gran parte de la gente que se tenía prevista se moviera en los ‘transmilenios’ se pasó a andar en motos chinas, indias y japonesas de menos de US$1.000, sin que las barreras de entrada al transporte se activaran, incluso en perjuicio fatal de los nuevos motociclistas. Para nadie es un secreto que con el costo del transporte diario (dos o cuatro tiquetes de bus) se paga una moto en menos de 36 meses, pero nadie le advirtió a los novísimos compradores de automotores de dos ruedas sobre los riesgos, las deudas y la calidad de vida.
Existe una Superintendencia de Transporte que no es visible ante esta situación y unas autoridades locales y regionales que no le están poniendo atención a la situación de los sistemas masivos de movilización. No podemos dejar que una buena idea se marchite por la desidia de los gobiernos.

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