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EDITORIAL

Las cesantías son para gastárselas, pero...

martes, 12 de febrero de 2019

Es claro que las cesantías es dinero de todos los trabaja-dores y que cada quien se las gasta como quiera, pero debe haber un principio de seguridad

Editorial

Esta semana se termina la temporada de las cesantías que obliga a los empresarios a pagar más $5,5 billones a sus trabajadores como una suerte de blindaje para cuando lleguen las épocas de vacas flacas. La idea inicial de la ley es que todo trabajador tuviese unos recursos que le permitan sobrevivir mientras consigue un nuevo trabajo, una vez decida retirarse de la empresa, o cualquiera sea el motivo. Es claramente un subsidio al desempleo ahorrado por el mismo trabajador que se ha ido desvirtuando desde que se actualizaron las distintas alternativas que tienen los empleados para acceder a esos recursos, que inicialmente eran para cuando se estuviera cesante, pero de un tiempo para acá se usa ese ahorro para arreglar la casa, para estudio de él o sus familiares y otra cantidad de gastos que obligan al empleador a aprobar el retiro total o parcial de esos recursos, ahorro que fue vendido para que fuesen disfrutados una vez termine su vinculación laboral. No importa y es un error tratar de imponerle al trabajador qué hacer con el dinero, lo verdaderamente crucial es que haya confianza sobre el valor del ahorro.

Las cesantías datan de 1976 durante el gobierno de Alfonso López cuando se acordó que las empresas debían cancelar a sus empleados los intereses sobre el monto de las cesantías en la nómina cada nuevo año antes del 15 de febrero. En ese momento se dispuso que este pago debería jugar “el papel de seguro de desempleo”; idea originaria que se ha ido borrando, pues solo la tercera parte conserva su origen, mientras que otro tanto igual se va para arreglar la vivienda, otra participación similar se destina para la educación. Y así las cosas, el ahorro para un eventual periodo de cesante se va a la compra vivienda o mejoramiento, colegios o universidades, pervirtiendo el objeto real de tal dinero. Es un hecho elocuente que entre el 14 de febrero y 15 de marzo se dé el pico más alto de retiros para temas relacionados con vivienda y pagos educativos. Así la situación, es muy poco el dinero que queda para ser destinado a su objetivo real que es actuar como un seguro al desempleo cuando esta situación se presente en una familia. No se puede olvidar que es una prestación social, no una línea de crédito muy expedita, incluso está extendida la idea que las cesantías son una suerte de crédito rotatorio del cual se dispone mediante un acuerdo entre el empleador y el trabajador ante las eventualidades. Es lógico que las cesantías se pueden retirar cuando el contrato se rompe, pero cuando eso no ha sucedido deberían operar como una fuente ahorro.

Es un imperativo recuperar el concepto fundamental de ahorro. La ley se ha ido modificando y ahora plantea que pueden retirarse para la compra de casa, mejora de vivienda familiar o pago de matrículas educativas del trabajador, su cónyuge o sus hijos, son conceptos muy amplios que desnaturalizan la realidad del trabajador, incluso hay cooperativas y sistemas paralelos de ahorro, como los fondos de empleados, que pignoran estos intereses, al punto que cuando se pagan por parte de las empresas, estos ya se deben, generando una ola de deudas para el trabajador y un canibalismo por parte de las entidades vigiladas. Hay que cambiar la realidad de que del total de retiros de cesantías solo 35% obedece a la terminación del contrato, y 65% restante se realiza por las otras causas que destruyen el ahorro.

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