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EDITORIAL

La variante Delta asusta, pero todo es distinto

viernes, 23 de julio de 2021

La recuperación económica en los países desarrollados se ha ralentizado por el miedo a la variante delta, que no se puede despreciar, pero ahora hay preparación ante el covid

Editorial

Las últimas jornadas bursátiles han sido afectadas por la llamada variante Delta del Covid-19 que se cierne como una amenaza sobre el inevitable regreso a la normalidad, pasado el verano septentrional y entrado el fin de año, cuando el grueso de los epicentros comerciales del mundo hayan olvidado el miedo a las aglomeraciones, la estigmatización del contacto físico y el pavor a las multitudes.

En Colombia, por ejemplo, en dos o tres meses se habrá llegado de manera anticipada a la vacunación de 35 millones de personas, la meta estimada por el Gobierno Nacional que ha redoblado la velocidad de aplicación diaria de las dos dosis de la vacuna, y que de mantenerse, se pueda cantar victoria mucho antes de que este 2021 llegue a su final. El problema es que por el retrovisor del último año y medio aún está la figura imborrable del covid-19 que acecha con su halo de muerte y destrucción.

Se palpa en los usos cotidianos como el tapabocas, el distanciamiento, las aplicaciones de geles y alcoholes, varias de las prácticas que se niegan a desaparecer en las ciudades colombianas porque la vacunación no es plena y la inmunidad de manada está lejos de conseguir. Lo que más detiene el proceso de normalización de la producción y consumo, son las noticias que llegan del mundo desarrollado que muy a pesar de haber vacunado a casi toda la población está en estado de miedo por la velocidad de la variante Delta de la que pocas cosas se saben, solo que las mismas farmacéuticas le siguen de cerca sus pasos y quizá recomienden una dosis adicional mejorada, solo para estar más tranquilos, al menos por los dos o tres años venideros.

Es cierto que la situación genera más incertidumbre y que el mejor termómetro es el comportamiento de la economía, en especial las bolsas de valores que son tan sensibles a las decisiones de los inversionistas, pero la realidad es que las distintas sociedades aún están apanicadas, en una suerte de “síndrome postcovid” del que poco a poco llegará la cura, advirtiendo -eso sí- que el mantra de que el caos nunca muera siempre va a estar atizado por sectores interesados en hacer política y buenos negocios.

No se puede negar que los inversionistas están asustados por el aumento de los casos de covid-19 en las grandes economías, ahora con el rostro de la variante Delta, y que tendrán que ser las autoridades sanitarias de todo el mundo quienes envíen al unísono un mensaje de tranquilidad, pero mientras esto sucede, la realidad de los número son lo único cierto. En el último par de días, el índice Dow Jones ha caído 800 puntos en promedio, un descenso de 2,5%; el S&P 500 1,6% y el Nasdaq 1,1%.

Si bien no son desplomes récord en los últimos años, si son representativos se tiene en cuenta que el Dow cayó más de mil puntos el año pasado, la mayor caída se registró el 16 de marzo del año pasado -en plena pandemia- cuando se derrumbó 3.000 puntos, una caída libre de 13%. Los 800 puntos de las últimas jornadas no deberían de darse si todo marcha con aroma de recuperación.

Cuando los índices de las bolsas se ponen nerviosos, las materias primas reaccionan y las monedas emergentes se afiebran, quizá esa sea la explicación superficial de lo que está pasando con el dólar que está coqueteando con los $3.900 en un momento en que se creía que se había ya asimilado la pérdida del grado de inversión y el regreso a la lenta normalidad.

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