La tributaria debe enfocarse en los evasores

Pocas veces la Dian habla sobre las cifras que alcanza la evasión de impuestos en Colombia. La actual dirección ha mencionado oficialmente que son unos $72 billones, un monto equivalente a unas tres reformas tributarias y a la cual no se le ha prestado atención. El recaudo anual en el país asciende a $300 billones, cifra muy por debajo del costo del Presupuesto General de la Nación, y que año tras año se trata de engrosar con reformas tributarias que recaen sobre las mismas personas naturales y jurídicas.

En términos de la Ocde, Colombia es un país tremendamente atrasado en su sistema tributario; usa tecnologías obsoletas, no amplía la base tributaria para siempre caerle a las empresas de los mismos sectores. En pocas palabras, es muy ineficiente el cobro de impuestos porque constitucionalmente, solo se fijan nuevos tributos a través del Congreso, y el lobby se ha tomado la discusión. No hay derecho que con la trazabilidad que hoy existe sobre la circulación del dinero aún sea permitido que comercios, prestación de servicios profesionales y transacciones millonarias se hagan en efectivo para que no haya huellas ante la Dian de esas operaciones.

Un negocio que no entrega factura o que solo acepta pagos en efectivo o por los neobancos nacionales, deben ser denunciados ante la Dian como evasores, y dicha autoridad debe tomar cartas en el asunto. Quedarse con el impuesto a las ventas es un delito mayor que debe pagarse con cárcel, asunto legal que nunca ha podido hacerse realidad en el abultado estatuto tributario colombiano. Es un evasor quien no entrega factura, se queda con el IVA, solo recibe efectivo, entre otros “delitos” extendidos en la cultura contributiva colombiana.

Ahora que el país se apresta a discutir una reforma tributaria por más de $26 billones es menester que sea la evasión el protagonista central para que en materia de impuesto empiecen a pagar los que no pagan y recogen millonarias ventas y beneficios. Un propósito de este Gobierno es que la evasión baje por dos caminos: el primero porque es mucho más barato pagar impuestos y más expedito, y el segundo porque se persigue con cárcel a los evasores.

Si el Ministerio de Hacienda logra esos objetivos su papel pasará a la historia, porque un puñado de colombianos que paga impuesto no puede seguir con la mayor parte de la carga tributaria de sus compatriotas. Lo mismo ocurre con las empresas y sus beneficios. No hay derecho que los juegos en línea, las apuestas o los alquileres de Airbnb, las plataformas de movilidad no paguen impuestos, tal como lo hacen los servicios formales de este tipo. Se trata de que se confeccione una tributaria menos regresiva, más equitativa, que involucre nuevos sectores y que trate de confeccionar un buen articulado que a todos beneficie.

En pago de impuestos en Colombia todo está por hacerse, por ejemplo, actualizar el catastro multipropósito y hacer la primera reforma tributaria de carácter regional, labor que nunca se ha hecho y que arreglaría las inversiones en las regiones, pues municipios y departamentos son muy buenos pidiendo más inversión, más transferencias, pero a la hora de revisarles la tarea de tributación no la hacen, menos aún son probos en el cobro de impuestos.

Si Colombia quiere dar un salto en el desarrollo debe aprender a cobrar y a pagar impuestos, con la conciencia de que solo quien tributa exige obras y espera resultados de sus gobernantes; por ahora, lo que se sabe, será una reforma tributaria sin ambiente en el Congreso que se encarnizará con los mismos de siempre, las empresas y los empleados formales.