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Ministros en la era Petro
EDITORIAL

La rotación, el gran error del Gobierno

lunes, 27 de octubre de 2025

Ministros en la era Petro

Foto: Gráfico LR

A nueve meses de entregar la administración Nacional, el Gobierno supera los 60 ministros en el cargo, una cifra que delata una grave falla administrativa y explica la baja ejecución

Editorial

Para gobernar un país como Colombia se necesitan de unos 250 funcionarios de primer nivel (los directivos) que tengan un propósito político; profesionales, idóneos y formados para desempeñarse como ministros, viceministros, superintendentes, directores, banqueros, científicos y académicos, que sean probos para los roles y las funciones públicas que van a cumplir, ojalá durante cuatro años para darle continuidad a las ideas de beneficio nacional.

El gran problema que ha tenido el Gobierno Nacional, a nueve meses de acabar su mandato, es que nunca logró tener un puñado de servidores públicos bien estructurados, honrados, estudiosos y eficientes. Han pasado por el Gobierno Nacional 62 ministros (contando la renuncia de Montealegre) y más de 130 viceministros, así como casi un centenar de superintendentes, directores de agencias, presidentes de empresas y gerentes de empresas industriales y comerciales del Estado -ni qué decir de los centenares de embajadores, cónsules y diplomáticos de segundo nivel; sin contar las docenas empleados de la Casa de Nariño, el primer círculo del Presidente que ha experimentado más rotación que cualquier otro gobierno.

Incluso, hay dependencias que se mantuvieron interinas durante los tres primeros años, lo que ocasionó retrasos, ineficiencias y desatinos en todas las decisiones, más aún en la formulación de políticas públicas de mediano y largo plazo.

Michael Sandel en su libro “La tiranía del mérito: ¿Qué ha sido del bien común?”, (Debate, 2021) argumenta sobre el mérito, la equidad laboral y cuestiona la meritocracia como modelo de medición del éxito y la ascensión social, aplicable al sector público. El autor plantea que también hay otras cualidades, aptitudes y contribuciones esenciales para la convivencia y el desarrollo laboral en lo público y privado. Su teoría se aplica a la calidad, a las vocaciones que imprime el servicio público, e invita a mejorar sin discriminación el acceso de los jóvenes a la educación, a los trabajos reconocidos, al bienestar, sin que esto sea consecuencia de lo que es el mérito, una apuesta por el reconocimiento a la labor de cada persona según sus posibilidades y vocaciones de servicio, compromiso.

El gran problema es que los que se hacen elegir democráticamente nunca piensan en su equipo, en los méritos de sus colaboradores y se estrellan con los distintos propósitos individuales, el muro de las ambiciones personales, aspiracionales. Colaboradores incapaces, incompetentes, deshonestos y corruptos que han capturado al Estado y que como parásitos viven de un ser vivo al que desangran mientras tenga puestos, contratos, licitaciones y toda clase de privilegios.

No se puede gobernar ni administrar un país sin un equipo idóneo para lograr ese esquivo propósito nacional, ahora que hay centenares de aspirantes a gobernar deberían presentarse con sus colaboradores, sus funcionarios clave en el manejo de las finanzas públicas, la seguridad interna y externa, la diplomacia y todo el séquito de expertos en salud, trabajo, energía y labores sociales, batería de personas que desde ya deben comprometerse con una suerte de juramento de que llegarán a trabajar por el país y no a aprovechar cada segundo para saquear el erario público.

Peor aún los políticos que llegan solos para ver con quién trabajan, en medio de una negociación de puestos y contratos. En Colombia no solo debe cambiar la manera de hacer política, sino la manera como los colombianos deben ver a sus líderes políticos.

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