La revolución pendiente en los aeropuertos

Las cifras que mueven los aeropuertos en Colombia hablan por sí solas: durante el primer semestre de 2025 se movilizaron 27.482.000 pasajeros, 572.000 más que en el mismo periodo de 2024. Se transportaron 478.903 toneladas de carga frente a 465.823 en el mismo periodo del año anterior, un aumento de 13.080 toneladas. Unas cifras enormes muy a pesar del bajo crecimiento económico del país y del aparente estancamiento de la economía regional.

La pregunta clave es si el país crece su PIB por encima de 3,5% en los próximos años, podrán los aeropuertos garantizar el aumento del tráfico de pasajeros y de carga. La respuesta es no, los terminales aéreos nacionales no están en condiciones de soportar más demanda por lo que es imperativo lanzar un gran plan de diez años de modernización aeroportuaria que garantice la movilidad de más de 52 millones de personas y de una economía que superará los US$400.000 millones.

Durante todo 2025, el aeropuerto El Dorado de Bogotá va a superar con creces los 46 millones de pasajeros que moviliza cada año; el José María Córdova de Medellín, los 12 millones; el Alfonso Bonilla Aragón de Cali, los 7 millones; el Rafael Núñez de Cartagena, los 6,5 millones de pasajeros; y el de Barranquilla, Ernesto Cortissoz, los 3,5 millones.

Nuevamente se puede traer a colación el rezago en infraestructura que tiene Colombia, no solo en aeropuertos, sino en simples terminales de buses municipales, puertos, dobles calzadas, vías terciarias y los casi inexistentes sistemas de riego. Y por supuesto, las minúsculas vías férreas y el movimiento de carga vía fluvial.

Desde hace más de una década que Colombia hace parte del “club de las buenas prácticas” en la Ocde y se ha puesto el tema de infraestructura como pilar fundamental del progreso social y económico, pero no se ha logrado por los temores de los gobernantes de turno para hacer esta tarea; la captura de muchas entidades públicas por parte de la corrupción es una de las razones: a las autoridades les da físico miedo hablar de concesiones y de atraer inversiones para construir por el trauma que dejaron casos como el de Odebrecht y de otras empresas multinacionales que pagaron comisiones a funcionarios para construir infraestructura, pero que al final el dinero se esfumó y las obras nunca se hicieron.

Ojalá el actual Gobierno Nacional, en su último año de administración apure algunas de sus obras fundamentales para que el atraso no sea mayor y el país pueda ganarle tiempo a la competitividad y la calidad de vida. Y que los aspirantes a la Presidencia de la República tengan en mente un plan de grandes obras de infraestructura -la gran revolución de los aeropuertos- para seducir a los electores.

Debe llegarle a la economía, una nueva generación de autopistas, aeropuertos, puertos, carreteras terciarias y demás obras que no solo generan empleo, sino que ponen al país en otro nivel de desarrollo. Dotar a Bogotá de Eldorado 5.0, un aeropuerto novísimo que mueva más de 50 millones de pasajeros al año, más garantizar que Bogotá y Quito estén conectadas por una doble calzada continua, al igual que un gran aeropuerto de carga en la costa Caribe, además de autopistas competitivas que conecten las grandes capitales, no son sueños irrealizables, son metas reales que deben ponerse los gobernantes actuales y futuros.

Colombia no debe seguir hablando de infraestructura, debe enfocarse en hacerla.