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El refranero popular a veces resulta aleccionador: “ni tanto que queme al santo ni poco que no lo alumbre”.
Las expectativas de los distintos sectores sociales, no solo los políticos, son grandes cuando se trata del cambio de gobierno como el que se apresta el próximo 15 de junio. Es una constante aquí y en cualquier parte del mundo, la diferencia está en la intensidad del enfoque ideológico de los aspirantes a ocupar la Presidencia.
Los candidatos en contienda no presentan diferencias significativas en cuanto a su concepción del Estado, sus criterios acerca del manejo de la economía y las relaciones con el sector privado, ambas dentro del marco de defensa de una concepción moderna de la economía global. Por eso, es claro que los agentes económicos no tienen por qué preocuparse. Es conocido que la principal discrepancia entre las dos campañas está en el manejo que se le dará a las negociaciones de paz con la guerrilla y que el país espera continúen.
Sin embargo, por más que se espere continuidad en muchos de los temas de la agenda de gobierno, hay que ser contundente en el sentido que la sucesión presidencial genera una dosis de incertidumbre que hay que manejar de la mejor manera para evitar que se acentúen las expectativas que afectan el clima de negocios e inversión del país. En ese orden, debe haber una gran concordancia y coordinación entre las variables de manejo económico, en particular de la coyuntura, como las tasas de interés y la tasa de cambio, con esas expectativas que son determinantes en el funcionamiento de los mercados.
Por eso, la decisión del Banco de la República de ajustar la tasa de interés de referencia y anunciar la intención de mantener esa línea en los próximos periodos, no parece consultar la realidad política de transición que está viviendo el país, en el entendido que las argumentaciones técnica y teórica, por más serias que sean, deben consultar la situación del mundo real en el que se mueven los negocios y la inversión.
Es cierto que la inflación registró en 2013 uno de los niveles más bajos en la historia y que ahora se evidencia un ligero repunte, que no debe considerarse como una tendencia que indique que el aumento en la inflación sea sostenido, de tal forma que lleva a una señal tan contundente en tasas de interés con el objetivo de señalar que se pretende tener control sobre la estabilidad. Parece exagerado.
La economía nacional lleva un ritmo satisfactorio de crecimiento, lo cual sin duda es producto de un manejo acertado por parte de las autoridades fiscales y monetarias y esa tónica debe mantenerse e incluso estimularse para que se alcancen niveles más altos en la actividad económica. Por eso, tampoco puede inducirse a que la medida en cuestión busque suavizar el crecimiento cuando el aparato productivo tiene una mayor capacidad de respuesta en términos de oferta para responder a una demanda que se ha desarrollado satisfactoriamente.
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