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EDITORIAL

La parábola de la industria lechera local

jueves, 23 de julio de 2020

Lo que está sucediendo con la leche es uno de los mejores ejemplos de la poca competitividad de productores e industriales, que no han podido organizar un sector que logre exportar

Editorial

Lo que más se ajusta a la coyuntura que vive el sector lácteo colombiano es la vieja historia de que “la culpa la tiene la vaca”. Las 300.000 familias que derivan su sustento de la leche terminan culpando a su hato de la baja producción, en una suerte de muchas vacas poca leche; mientras que los industriales justifican los bajos precios al productor y su gran margen, argumentando que no se exporta por la baja calidad del producto que sale de las pequeñas fincas y de las grandes haciendas. Lo cierto es que nadie ha podido organizar uno de los sectores del agro más importante por aquello de la seguridad alimentaria y porque goza de un millonario fondo ganadero para desarrollarse que se concentra en la explotación cárnica y poco hace por mejorar la cadena láctea.

En pocas palabras, Colombia produce diariamente 20 millones de litros de leche y solo consume 18,24 millones, para un consumo per cápita de 143 litros, uno de los más bajos de la región, incluso en un país en donde la desnutrición infantil sigue siendo un problema crónico. Pero lo más paradójico es que los industriales tengan que importar leche de Estados Unidos o Nueva Zelanda para satisfacer el mercado local, mientras que argumentan que no pueden comprar todo el producido local o pagar más alto el litro porque hay sobreproducción, una verdad a medias que no ha podido zanjar el Ministerio de Agricultura con una política pública más adecuada para evitar esas asimetrías. La tensión entre productores e industriales se agrava también con las importaciones del llamado “lactosuero” ecuatoriano que es un subproducto usado por varios industriales para mezclarlo con leche pura y de esta manera rendir la cantidad y poder empaquetar marcas blancas o de menor precio en los supermercados de conveniencia muy de moda por estos días. El punto que debe aclarar la Superintendencia de Industria es si este producto es leche con todos sus nutrientes o no, y si se está incurriendo en engaño al consumidor.

Una tercera arista del problema lechero es el millonario y peligroso negocio de los intermediarios de leche cruda. Esos camiones que van de finca en finca recogiendo pocas tinas, que sumadas en todo el país se convierten en millones de litros destinados a la venta callejera y la producción de derivados lácteos como queso y yogur, sin las condiciones sanitarias exigidas. Hay mucha reglamentación para proteger a los consumidores e igual número de ultimátum sobre la prohibición de estos “cruderos”, pero ha sido imposible en una buena parte del territorio nacional dado que las grandes industrias y cooperativas no llegan a todas partes e imponen los precios y la cantidad de leche a comprar. Es fundamental que los gremios del sector lechero que son muchos, más el Fondo Nacional del Ganado que maneja millonarios impuestos, al lado de los industriales, se sienten a diseñar el sector lechero del siglo XXI con sus retos y obligaciones para que las más de 300.000 familias puedan salir de esta encrucijada. Nadie entiende por qué la industria láctea colombiana en toda su cadena no ha logrado trabajar en bloque para hacer distintos clústeres en regiones determinadas, no solo con el sueño de exportar, sino de mejorar la economía colombiana y generar mayor bienestar social en el campo.

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