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EDITORIAL

La nueva piel de las empresas

lunes, 25 de febrero de 2019

Rappi representa una nueva generación de empresas enmarcadas en la cuarta revolución industrial que prometen más futuro que pasado para la economía

Editorial

Hasta hace un lustro un empresario colombiano debía esperar al menos dos décadas para obtener capitalizaciones inimaginables por encima de US$500 o US$1.000 millones en los mercados internacionales; ante el reto muchos tomaban el camino de abandonar su crecimiento en los mercados externos y dejar de lado el sueño que hace 10 años se empezó a llamar multilatinas, un puñado de empresas latinoamericanas que compraban en los países de la región, fenómeno que solo era reservado para compañías españolas, francesas, italianas, ingleses o estadounidenses. Los tiempos cambiaron y la presencia de latinas en los mercados del vecindario se volvió habitual, pero hay una nueva tendencia silenciosa que se empieza a notar: el nacimiento de empresas enmarcadas en la cuarta revolución industrial que nacen de una vez globales, que solo son colombianas de origen pero sus mercados son simultáneos en varios países. El icono de esta nueva generación de corporaciones es Rappi, emprendimiento colombiano que fundado en 2015 que empezó en el sector de la logística pero que avanza para convertirse en una plataforma más ligada al sector del financiamiento de todos los quehaceres cotidianos. Crece a 18% cada mes; cuenta con más de 60.000 afiliados en América Latina; tienen 1.500 colaboradores; ya superó 13 millones de descargas de la aplicación; está en siete países y más de 50 ciudades; en Colombia generan 800 empleos directos y es avaluada por firmas internacionales en US$1.200 millones. Todo ese crecimiento en solo cuatro años. Esos logros la llevaron a que los empresarios colombianos la eligieran como la compañía de 2018, y que su líder, Simón Borrero, fuera elegido como Empresario del Año 2018, con gran porcentaje de diferencia entre los cinco nominados. El hecho deja nuevas enseñanzas que pintan una hoja de ruta muy distinta a la que seguimos durante años. Hay una nueva piel entre los empresarios colombianos que tiene más cosas en común con las grandes compañías de tecnología que dominan Wall Street o Nasdaq que con las industrias tradicionales locales. En sus orígenes y desarrollo, Rappi se parece más a un Amazon que sus ancestros nacionales; comparten un ADN que hace que se multipliquen sus servicios y en cada momento evolutivo encuentren nuevos negocios. Es una suerte de Uber o Airbnb que siempre debe estar explicando en qué negocio está pues la dinámica de sus servicios no los clasifican. Puede haber nacido como una compañía digital que entrega domicilios bajo la plataforma de una app que conoce a los usuarios y permite ubicar sus gustos, pero sus nuevas exploraciones la ponen en el sector de la movilidad con las patinetas de moda que están solucionando los trayectos cortos en la zona norte de Bogotá. Pero ese conocimiento del usuario ponen a Rappi en el campo de la financiación, al dotar a los consumidores de sus servicios de una suerte de dinero virtual para redimir nuevos consumos. Eso es la cuarta revolución industrial, emprendimientos digitales disruptivos enmarcados en un conocimiento muy preciso de los usuarios y basados en el internet de las cosas. Bien por Rappi, pero mucho mejor por las empresas colombianas y sus emprendedores que están allanando el camino del crecimiento, mucho más allá de la explotación de materias primas o de las típicas corporaciones de servicios incrustados solo en las áreas metropolitanas de las ciudades más importantes.

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